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Malas costumbres
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El 2017 nos dejó bastante magullados. Fuimos azotados por El Niño Costero, vivimos dos huelgas importantes (maestros y médicos), fuimos testigos de un grotesco escándalo de corrupción (Lava Jato) y cerramos el año con una guerra política muy cruenta (interpelaciones, censuras, vacancias, indultos y marchas). Aun así, se espera que el país crezca, poco quizás (2.7%), pero que crezca.
De lo vivido –o padecido– este año, es posible intuir que nuestros políticos están muy mal acostumbrados. Haber gozado de una economía que crece de manera consecutiva por 19 años, desde 1999, aparentemente ha instalado en su subconsciente que “el crecimiento en el Perú es algo tácito” y que, aunque generemos desmadres y crisis irresponsables, eso no va a cambiar. Pensar de esta manera es un grave error, y existen datos que deberían preocuparnos.
Por ejemplo, según el Reporte de Competitividad Global (WEF), cuando Humala recibió el mando, a finales de 2011, nuestro país se ubicaba en el puesto 21 de 144 en el pilar Entorno Macroeconómico, siendo el segundo mejor resultado de la región después de Chile. Seis años después, el Perú cayó 16 posiciones, ubicándose en el puesto 37 de 137.
Este mal desempeño se debe a un deterioro en el Resultado Fiscal del Gobierno, el cual pasó de un superávit de 2% a finales de 2011 a un déficit de aprox. 3% para este año. Si bien algunos plantean que la caída en la recaudación sería el problema de fondo, es importante notar que esta se incrementó en 60% durante la última década, mientras que el gasto corriente del Estado en 106%.
Así, nuestro problema no es la recaudación, sino el incremento ineficiente del gasto público, fomentado por una clase política que se acostumbró a crecer.
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