En doce meses de conflicto, el mundo aprecia con preocupación la expansión geográfica de las operaciones bélicas, el creciente involucramiento de los países de la región y el fracaso de las iniciativas de paz.
En un contexto en que Israel busca aniquilar el liderazgo de fuerzas adversarias y destruir sus principales centros de acopio de armas, ha extendido el alcance geográfico de su accionar.
Dirige acciones armadas desde la superioridad de un ejército formal en contra de milicias como Hamás, Hezbolá y Ansar Allah (hutíes). Agrupaciones armadas que componen el denominado 'Eje de la Resistencia', alianza impulsada y liderada por Teherán, que además incluye milicias chiítas en Irak, Afganistán y Pakistán.
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El pequeño país a orillas del Mediterráneo aprovecha sus ventajas en tecnología bélica e inteligencia militar para mantener la iniciativa estratégica y proyectar su ofensiva en seis frentes de operación: Gaza, Cisjordania, Líbano, Yemen, Siria e Irán. Por lo demás, emplea sus recursos diplomáticos y alianzas para mantener el conflicto en un estado de baja intensidad.
Pero ya en abril se encendieron las alarmas cuando Irán lanzó 300 drones y misiles, su primer ataque directo a territorio israelí. Una segunda agresión tuvo lugar el 1 de octubre con el disparo de 180 misiles balísticos, con mayor capacidad y tecnología que los anteriores.
Fuentes de prensa indican que Washington discute con Tel Aviv las opciones de respuesta, objetando un ataque a instalaciones nucleares, pero abriendo la posibilidad a un ataque a la infraestructura petrolera. A la par, medios de comunicación indican que el régimen islamista advierte a Estados Unidos el 2 de octubre que se abstenga de intervenir en el conflicto con Israel. Al día siguiente notifica a la Casa Blanca que “ha finalizado la fase unilateral de autocontrol”.
El 3 de octubre marca otro hito en la escalada regional cuando el ejército del Líbano responde por primera vez a los ataques de Israel. La ofensiva de la nación hebrea en el sur del país, que ha provocado la muerte de dos mil civiles y el desplazamiento forzado de 1,2 millones de personas, tendría como segunda etapa una incursión terrestre. Se teme una acción similar a la emprendida en Gaza, que ha cobrado la muerte de más de 41 mil palestinos. Ante el inminente escalamiento en las operaciones, emerge otra señal de preocupación con las declaraciones del Emir de Qatar, quien promete pleno apoyo al Líbano, ante los ataques de Israel.
Se formulan llamados al cese de hostilidades mientras prosperan las acusaciones de genocidio colectivo y violaciones a los derechos humanos en contra del gobierno liderado por Benjamín Netanyahu. Sin embargo, los acuerdos no llegan. Últimamente se informa que Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá hasta su muerte el viernes 27 en Beirut, habría acordado el cese de hostilidades, días antes de ser asesinado por el estado judío. Ataques efectuados ayer y hoy cobraron la vida del yerno del ex líder terrorista y su posible sucesor.
La guerra todavía tiene espacio para ampliar su alcance. Próximamente se podrían sumar las milicias islámicas iraquíes, que ya amenazaron a Israel y advirtieron a Washington. Un tema de fondo es que el estado hebreo no busca construir un equilibrio que permita la paz en la región, sino que simplemente pretende destruir a sus adversarios para alterar el balance estratégico. La historia da cuenta que aquella dinámica de destrucción institucionaliza una interminable secuencia de represalias que solo asegura la continuidad del conflicto. Peligrosamente nos acercamos al “punto de no retorno”.
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