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#¿Metoo?

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"Más de 25 años después conocemos que quien hizo esa llamada es la supuesta progenitora de Tara Reade, la mujer que ahora acusa a Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU., de agredirla sexualmente en los noventa". REUTERS/Kevin Lamarq
Fecha Actualización
“Me pregunto qué haría una ayudante (con un problema) aparte de ir a la prensa en Washington. Mi hija acaba de dejar la ciudad después de trabajar junto a un senador prominente y no pudo encontrar un solución a su situación; lo único que podía hacer era ir a la prensa y decidió no hacerlo por el respeto que le tenía”. Estas son las palabras que una madre angustiada profirió durante un episodio de Larry King, allá por el año 1993, cuando su llamada telefónica entró al aire.
Más de 25 años después conocemos que quien hizo esa llamada es la supuesta progenitora de Tara Reade, la mujer que ahora acusa a Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU., de agredirla sexualmente en los noventa.
En la era de Metoo, la acusación de Reade ha originado que los engranajes de investigación se activen, provocando que Biden sea rápidamente acusado y que una comisión de investigación se forme en el Congreso de los EE.UU.. Además, la prensa ha hecho su parte, publicando historia tras historia de la acusación y televisando la llamada de la madre de Reade 24/7.
Nada de lo escrito en el párrafo anterior ha ocurrido. Lo cierto es que en esta ocasión pocas celebridades han salido a apoyar a Reade, los mensaje de “yo te creo” han brillado por su ausencia y periodistas que antaño no dudaron ni por un segundo en creerle a Christine Blassey Ford, quien acusó al republicano Brett Kavanaugh en su nominación a juez supremo de una agresión sexual, han diluido la acusación de Reade con argumentos esquivos e incongruentes.
El brío con el que hace tan solo unos cuantos años impulsó el movimiento feminista de Metoo, parece que ha dejado de centellar. O, a lo mejor, aquella luz cenital que derrama atención sobre acusaciones sexuales, es muy exquisita y primero pregunta por las creencias ideológica del acusado.
La respuesta tardía de ciertos grupos de poder y de personalidades que diseminaron este movimiento a nivel internacional, ponen en cuestión la finalidad del mismo. ¿Cuánto de este movimiento responde a intereses políticos o ideológicos? ¿Acaso muchos de los que denunciaron que este movimiento estaba parcializado y que atropellaba el principio de inocencia tenían algo de razón?
Nuevas generaciones de feministas y defensores de los derechos humanos han aplicado el trasfondo final de esta corriente en sus vidas pare provocar un cambio en nuestras sociedades, y enhorabuena. No obstante, es menester demostrar que el principio fundamental de Metoo, que es el de dar tribuna y atención a mujeres víctimas de abusos sexuales, no está ligado a intereses secundarios o políticos, sino a unos de principios y convicciones.
El movimiento, ahora más que nunca, corre peligro de convertirse en aquello que muchos de nosotros veníamos advirtiendo; un arma con la que moler a aquellos que no se adhieran a ciertas corrientes ideológicas. Dicho esto, esto no significa que la misión de Metoo no sea noble y necesaria, pero como con muchas buenas intenciones en esta vida, como ha demostrado la historia, corre peligro de desnaturalizarse y perder el objetivo de sus existencia.
¿Es posible que el principio de inocencia y la misión de Metoo sean compatibles? Por supuesto que sí. Pero para que ello sea cierto, deben exigir que toda denuncia sea investigada a fondo siempre respetando el debido proceso y sin importar cuáles sean las creencias del acusado o de la acusadora.
Dependerá ahora de las bases de este movimiento de impeler a sus voceros más notorios para que presionen y persigan la verdad detrás de esta acusación, al margen de que el acusado sea un demócrata, para afianzar Metoo en los anales de la historia y demostrar que no se trata de un herramienta mediática y política. Esperemos que sea así.