Cecilia Valenzuela, directora de Perú21
La crítica tenaz de este diario a la onerosa compra de aviones de guerra que el gobierno pretende realizar ha despertado reacciones inflamadas en el Ejecutivo y en los lobbies de los comerciantes de armas. Son 3,500 millones de dólares que se quieren gastar en 24 naves de combate y dos de transporte (como quien incluye una “yapa”, nada menos que un avión presidencial).
La oportunidad de tamaño gasto y endeudamiento es lo que mayor duda nos genera, el país tiene, en esta coyuntura, prioridades muy distintas a las que circulan en las oficinas de Palacio.
La pobreza – que se había reducido a 20% hace 5 años – se ha incrementado a 30% y las carencias en educación, salud e infraestructura son evidentes, notorias.
Por si eso fuera poco, el país, al mismo tiempo, se desangra bajo una ola delictiva que día a día expande su radio de acción, dejando un rastro de violencia y muerte que tiene aterrorizada a la población. La inseguridad en las calles, el aumento de actividades criminales como la extorsión, la minería ilegal y el sicariato, sumadas al estancamiento económico, transmiten una sensación de incompetencia y desgobierno que ya se refleja en la opinión pública.
Nuestras críticas han generado una gran algarada de patrioterismo, no solo entre conocidos operadores políticos sino también entre consabidos plumíferos que se han apresurado a respaldar al pingüe negocio del tráfico de armas. Los ataques han alcanzado a profesionales y expertos que han opinado en este diario apelando a la razón.
El ministro de Defensa ha amenazado con denunciar por traición a la patria a quienes se opongan a las multimillonarias adquisiciones que él promueve, lo que no se condice con el exiguo 4% de aprobación presidencial que la última encuesta de Ipsos ha registrado y que habla de un Gobierno carente de una mínima legitimidad política y social para emprender la compra de armamento a gran escala.
Ante tal escalada, Perú21 pone en duda los intereses detrás de esta adquisición. Observa un gobierno endeble, cercado por sus propios fracasos y hundido en denuncias de corrupción, tocando las puertas de los cuarteles para contentar a posibles aliados.
Un negociado de este tamaño siempre es sospechoso y, como mínimo, un lujo que el país no puede permitirle a la señora presidente.
Por demás, ser objeto de ataques cuando uno describe a las cosas como son es uno de los gajes más recurrentes –y honorables– en el oficio periodístico. Lejos de amilanarnos, consecuente con nuestra vocación democrática y liberal, hacemos un llamado a los líderes de opinión, los gremios, los académicos, las instituciones y los políticos honestos, a permanecer alertas para defender la democracia.
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