Siempre me he preguntado por qué, frente a una crisis social, se voltea la mirada hacia el marco normativo o hacia el legislador. Tomemos como ejemplo la inseguridad ciudadana. Cada vez que se da a conocer algún caso emblemático o especialmente resaltante en materia de inseguridad, la respuesta que se busca pasa por la ley. Si se descubre a algún nuevo monstruo abusador de menores, saltan a gritar: ¡pena de muerte! Si se descubre algún nuevo y escandaloso caso de mafia organizada, se sale a gritar: ¡cadena perpetua! Si la corrupción sigue desbordándose, todos al unísono: ¡25 años para los corruptos! Me recuerda el facilismo que supone la declaración del estado de emergencia. Una región se desborda en delincuencia y la “solución” es pedirles a los militares que patrullen las calles, supina tontería. Ni leyes ni fusiles, solo justicia. El asesinato, el robo, el cohecho, el sicariato y demás ya tienen penas severas, penas que si fueran realmente impuestas y respetadas, sí reducirían los índices de criminalidad. La teoría de que, a mayor pena, menor incidencia delictiva, es una teoría que fue abandonada hace décadas por el derecho penal. La existencia de la pena de muerte o la cadena perpetua no repercute en lo absoluto en la decisión del delincuente a la hora de planear y cometer el delito. Por el contrario, lo que sí definitivamente es un factor decisivo es la aplicación real de la pena. La existencia o no de una vía de “escape” en la instancia policial, fiscal o judicial. En este país, el delincuente cuenta con la posibilidad de evadir la justicia porque sabe que el sistema es corrupto y está lleno de agujeros. Les da igual 100 años que 10 porque saben que no los van a cumplir. Y frente a esta obviedad, nuestros gobernantes siguen declarando estados de emergencia o vociferando propuestas de modificaciones penales solo para tapar su verdadera incapacidad para afrontar el verdadero tema de fondo: su morrocotuda incapacidad para gestionar el Estado en todas sus formas. Más educación, más salud mental, más justicia; lo demás es puro floro.
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