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El cómo de Cuomo (II)
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El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, ha manejado con mucha autoridad, pero sin autoritarismo, la crisis del coronavirus en su estado, la zona más afectada del planeta por la pandemia, que incluye a la superpoblada Gran Manzana.
Cuomo no se limitó a dar instrucciones a sus funcionarios ni tampoco se conformó con enseñar y aconsejar a los habitantes de su estado cómo evitar el contagio, sino que encabezó lo que podríamos calificar como “la rebelión de varios gobernadores” de Estados Unidos para forzar al gobierno central, –dícese Trump– a que “aterrizara” en la realidad y tomara medidas de asistencia en los 50 estados del país, como le corresponde al gobierno federal (central).
Cuando el presidente afirmó que su gobierno decidiría cómo y cuando se reabrirán los negocios en el país, Cuomo le recordó a Trump que el debate sobre quién tiene la autoridad para tomar esas decisiones en cada estado ya fue resuelto por Jefferson, Franklin y otros fundadores de EE.UU.: “No es el momento de debatir la constitución ni de hacer política cuando mueren muchas personas”, le dijo al presidente, quien tuvo que aceptar esa característica esencial de la democracia norteamericana.
Con estilo pedagógico, realismo y sensibilidad, Cuomo ha insistido en reabrir los negocios lo antes posible, siempre y cuando se pueda garantizar una alta probabilidad de mantener saludable a toda la población. “Por ahora permanece la ‘doctrina Matilda’, el nombre de mi madre, para cuidar a nuestros ancianos”, afirma el gobernador, y también ha señalado: “asumo toda responsabilidad (de lo que hago) y si no sale bien, ¡cúlpenme!”. En tiempos de falta de estadistas, Andrew Cuomo es una brisa fresca de liderazgo.
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