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Lágrimas de mayo
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Luego de año y medio de negociaciones con los países de la Unión Europea (UE) y de debates con los parlamentarios de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, Theresa May se vio obligada a renunciar. La ex primera ministra no deja el poder por falta de habilidades políticas, sino porque los dos principales partidos políticos que se han alternado el poder durante 100 años, el Laborismo y el Conservador, están divididos internamente y desorientados, en una crisis de “identidad” (programas de gobierno y de ideologías).
El Brexit es la cereza del pastel de una crisis del sistema político británico que se avizoraba desde hace más de una década y que, en muchas partes del mundo, ha acabado con el bipartidismo que caracterizaba a muchas democracias europeas. May fue electa en 2016 por su partido Conservador para conducir a una ruptura entre Reino Unido y Europa, luego del referéndum en el cual una mayoría de 52% contra 48% votó con ese fin.
Pese a que May consiguió un acuerdo sensato con los 27 países de la UE, no pudo convencer a un Laborismo –ideologizado hacia la extrema izquierda por su líder Jeremy Corbyn– ni a varios miembros de su partido, populistas y euroescépticos.
Las palabras del canciller de Irlanda, Simon Coveney, no pueden ser más acertadas: “¿Esta idea de que un nuevo primer ministro será un negociador más duro que se enfrentará a la UE y logrará un acuerdo mejor para Reino Unido? Así no es como funciona la UE”, expresó.
En 1989, el grupo Kaoma de Brasil popularizó el ritmo de la lambada con la canción “Chorando se foi” y 30 años después las lágrimas de May son la metáfora de un país que no sabe si decir a Europa “Hello, Goodbye”, como la famosa canción de los Beatles.
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