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No culpen a la carretera
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Todos podemos ser generales después de la batalla. Algo así pasó con la IIRSA: si bien algunos analistas, como Apoyo, opinaron en contra de la rentabilidad de la obra, otros consideraban que era importante integrar a poblaciones tan alejadas como abandonadas y que, sin que existiera la carretera, era muy difícil estimar el tráfico que tendría la misma. Esta obra de infraestructura se convirtió en “mala” cuando se elevaron sus costos, no producto de necesidades reales, sino de la retribución que requería Odebrecht a cambio de los sobornos pagados. Es una lástima que esto haya detenido muchos buenos proyectos de infraestructura en el país, porque estos proyectos juegan un rol crucial en el crecimiento de la economía, el aumento de empleo y bienestar.
En su estudio Conexión y Despegue Rural, Richard Webb concluye que, a partir de los 90 ha habido un aumento en el ingreso rural y también en el nivel de conectividad gracias a la infraestructura de transporte y el acceso a Internet. A ello suma el aumento de productividad tanto en actividades agropecuarias como no agropecuarias y al flujo de transferencias privadas y públicas.
En el caso de la agricultura, ha sido la incorporación de tecnología, de la mano de la flexibilización de las normas laborales, la que ha permitido el incremento de jornales y que haya periodos en que las empresas “se pelean” la mano de obra, teniendo que competir en la mejora de condiciones de contratación. Desde 2004, el empleo se ha incrementado en más de 50% y la pobreza de los trabajadores del campo está en menos del 20% (en las zonas rurales, el promedio es 42%).
Cada vez que se menciona la “reforma laboral”, se piensa en la reducción de derechos a los trabajadores. Una mirada al sector agroexportación nos puede mostrar que esto no tiene por qué ser así.
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