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No se requiere un incendio
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En el año 2018 se produjo una serie de incendios que terminaron con pérdidas materiales, pero más lamentablemente, con víctimas mortales o seriamente afectadas por quemaduras.
Los incendios, entre otros el de ayer en un balneario, son casi siempre noticia. Lo que casi no es noticia es la cantidad de niños quemados dentro de su propio hogar.
El mayor acceso a la electricidad ha reducido los accidentes originados por velas encendidas, pero sigue existiendo un número demasiado alto de casos de niños con quemaduras severas y extendidas por hábitos que se pueden cambiar con bastante facilidad.
Según información del Instituto Nacional de Salud del Niño, el 60% de quienes llegan son menores de cuatro años. La causa más frecuente: el 70% se debe a caídas dentro de una olla con contenido caliente, dejado a enfriar en el suelo o al volcarse encima un recipiente con algo hirviendo. Hace muchos años, recuerdo que en el Pabellón de Quemados del Hospital del Niño había no pocos casos de niños con la zona anal o nalgas quemadas por haber sido sentados sobre un ladrillo caliente como castigo por no aprender rápidamente a usar el baño.
Las quemaduras en niños son tal vez el más claro ejemplo de la importancia de la prevención en casi todas las intervenciones de salud: el insoportable dolor; los costos de atención y de las múltiples operaciones que debe sufrir un niño a lo largo de su vida; su efecto sobre toda la familia; la absorción de recursos de la sociedad. Son dramas humanos, de los más dolorosos que cuestan tan poco evitar y que bien merecen el trabajo conjunto de todo el Estado y de los ciudadanos, aunque no se pongan de acuerdo en nada más.
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