Violencia y Pobreza

‘Gringasho’, un joven encerrado por sicariato, sale libre porque cumplió la mayoría de edad. Eso dice la ley; no dice que el mayor de edad debe continuar su condena en un penal para adultos. Al igual que cuando salieron los condenados por terrorismo, el hecho ha causado alarma. En reciente conversación entre dos periodistas y el director del Centro de Rehabilitación, este último sostenía que, después de haber sido reeducado, el joven merecía una nueva oportunidad pues provenía de un entorno de extrema pobreza.

¿Hay una relación entre pobreza y delincuencia? ¿Al menos con la más violenta? (El caso Odebrecht nos demuestra que se puede ser muy adinerado y “tener el gen” de la delincuencia).

La relación entre violencia y pobreza ha sido ampliamente discutida y muchas hipótesis siguen vigentes: hay quienes dicen que la violencia es una reacción desesperada frente a la incapacidad de sobrevivir de otra manera; otros sostienen que no es tanto la pobreza sino la desigualdad la que genera violencia (si todos somos pobres, no es lo mismo que ver cómo alguien vive con lujos mientras mi familia pasa hambre). En el caso de ‘Gringasho’, el entorno de pobreza estuvo acompañado por los “valores” impartidos por el tío, ahora preso y cabecilla de una organización criminal.

Si pobreza y violencia están asociadas, la relación es más compleja e incorpora otros factores. Por otro lado, la pobreza, la condena a vivir en un asentamiento humano, sin acceso a servicios de salud o agua potable, es una forma de violencia; esta vez desde la sociedad y el Gobierno contra quienes menos tienen.

Esa es la primera manifestación de violencia que debiéramos abordar.