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Matices en el fujimorismo
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El comunicado de 26 parlamentarios de Fuerza Popular firmado el día miércoles pasado tiene la particularidad de confirmar su compromiso de “cumplir el acuerdo de la Junta de Portavoces, del jueves 13 de setiembre, de aprobar las reformas de justicia y políticas hasta el 4 de octubre del presente año” (Perú21, 27.9.18).
Tal énfasis diferencia a este grupo de parlamentarios de, por ejemplo, la congresista y vocera principal Úrsula Letona, quien días antes había declarado que la cuestión de confianza “no estaba sujeta a los proyectos de ley” (La República, 20.9.18), en clara alusión a los proyectos presentados por el Ejecutivo para reformar aspectos de los sistemas judicial y político.
Ayer jueves, Daniel Salaverry, presidente del Congreso, reiteró el punto de vista de los firmantes. Aludiendo implícitamente a la posibilidad de no cumplir con aprobar en la fecha señalada las reformas propuestas, afirmó que “sería un absurdo ponernos a espaldas de la población en estos momentos tan sensibles”.
Un antecedente de estas claras diferencias es que precisamente el día en que se votó por la confianza a favor del premier, César Villanueva, la bancada fujimorista se dividió: 32 parlamentarios de Fuerza Popular votaron a favor, 11 en contra (entre ellos, Rosa Bartra y Luis Galarreta) y 13 se abstuvieron (entre ellos, Úrsula Letona y Miguel Torres). ¿Por qué estos matices? La razón principal es la caída de la aprobación de Keiko Fujimori y el reducidísimo respaldo que recibe el Congreso.
Cuando Salaverry afirma que no hay que ponerse “de espaldas a la población”, está diciendo que no les conviene seguir aislándose.
Y es que los parlamentarios fujimoristas piensan también en su futuro político. La cerrazón y la pura confrontación tienen un efecto letal a nivel individual y de grupo. Es probable, por ejemplo, que –de aprobarse la no reelección congresal– más de uno tenga la expectativa de llegar a alcalde de una capital de región, o incluso a gobernador regional.
Y es que los parlamentarios fujimoristas piensan también en su futuro político. La cerrazón y la pura confrontación tienen un efecto letal a nivel individual y de grupo. Es probable, por ejemplo, que –de aprobarse la no reelección congresal– más de uno tenga la expectativa de llegar a alcalde de una capital de región, o incluso a gobernador regional.
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