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[OPINIÓN] Aldo Mariátegui: “¡Ya pasen la página con Fujimori!”
“Me alegro mucho de que por fin lo liberen: esa prisión tan larga fue injusta y peor aún era mantenerlo encerrado a los 85 años”.
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El país debió tener, a pesar de todo, un poco de piedad con él, por piedad consigo mismo. Al fin y al cabo, lo había dejado gobernar por quince años. Si había culpa de ello… ¿De quién era, sobre todo? Muchos peruanos habían hecho de él un conspicuo exponente de sus propios errores. Él no era peor que otros, solo que había estado en un lugar más expuesto… (Basadre sobre Leguía). No, yo no fui leguiísta mientras Leguía tuvo poder, pero después de su martirio y de la cobardía de sus enemigos póstumos, quisiera haber cooperado con él… (Luis Alberto Sánchez sobre Leguía). Lo que se hizo con ese hombre fue uno de los crímenes más negros de nuestra historia… (Haya de la Torre sobre Leguía). Y estas palabras pesan mucho por su generosidad porque tanto Basadre como Haya fueron víctimas directas de arbitrariedades de Leguía.
Recuerdo esas reflexiones sobre el presidente Leguía y su horrendo final a propósito de la justa liberación de Fujimori, cuya carrera política fue tan similar a la del ilustre chiclayano. Me alegro mucho de que por fin lo liberen: esa prisión tan larga fue injusta y peor aún era mantenerlo encerrado a los 85 años. Fujimori tuvo luces brillantes y sombras terribles, pero ya estuvo bueno eso de tenerlo preso y de seguir aguantando que la caviarada nos obligue a vivir pegados al espejo retrovisor por sus odios eternos (aunque la caviarada, siempre tan asquerosa, está histérica y además le han abierto otros procesos —Pativilca— para continuar empapelándolo). Ahora seguramente el odioso IDL y otros leguleyos marxistas intentarán que la nefasta Corte IDH haga alguna de sus piruetas intervencionistas para regresar a Fujimori a prisión. Ojalá lo intenten, porque el rechazo abrumador que generarán provocará que no se le haga más caso a la CIDH o, mejor aún, nos salgamos de una vez de su jurisdicción. Basta de miedo a la caviarada, que ya es hora de enfrentarla con todo y no cejar en el empeño de expectorarla de todos sus rincones de poder en el Estado.
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