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[OPINIÓN] Andrés Balta: La vida misma
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El liberalismo es “el respeto irrestricto del proyecto de vida del otro”. Esa definición, que podría ser también de civilización, le pertenece a Alberto Benegas Lynch. Esta busca la concordia entre las personas, está basada en el principio de no agresión y claramente defiende la vida, la libertad y la propiedad. Todo eso basta y sobra para abrazarla y defenderla. Sin embargo, otro motivo vital tiene este artículo. Está en la frase: “La vida no tiene otro objetivo que la vida misma”.
Sobre el orden extenso y el aumento de la población, Hayek nos dice: “Hemos accedido a la civilización por el aumento de la población, el cual a su vez es fruto de la civilización: podemos ser pocos y salvajes, o muchos y civilizados. Si la población se redujera al nivel de hace diez mil años, la humanidad no podría preservar la civilización”. El orden extenso ha tenido y tiene la capacidad de aumentar la población. La actual y numerosa población defiende el objetivo de la vida misma y respalda que solo una economía de mercado, de especialización, división del trabajo y cooperación mutua puede garantizar su supervivencia. Así, “parece juicioso concluir que las ventajas y oportunidades de la civilización ejercen una poderosa atracción sobre quienes aún no disfrutan de ellas”.
Decía Hayek que los habitantes del tercer mundo (del Perú incluidos) se esfuerzan por participar de las ventajas que les ofrece el orden extenso de la ciudad, aunque ello comporte vivir durante algún tiempo en barriadas de su periferia. Frente a la lección y el ejemplo de los pobres, apreciaré mucho más su actividad liberal y civilizadora. Ello demuestra que la gente elige civilización y aumento de población o viceversa cuando tiene posibilidad de hacerlo.
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