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[Opinión] Andrés Balta: “Verde que te quiero verde”
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No cansa la admiración por las agroindustrias, las agroexportadoras y los agricultores, ni por las personas que están detrás de todos ellos.
La admiración es como el amor, nunca es suficiente. Y así es. Ha empezado a sonar fuerte y ya se dice: ¿cómo no voy a quererlos si visten de verde nuestros desiertos?, ¿cómo no agradecerles con afecto si ponen al Perú arriba en los rankings mundiales de arándano, palta y uva?; ¿cómo no rendirnos ante ellos, haciendo de sus propósitos, los nuestros y de su potencia, nuestra potencia?
En fin, ¿cómo no declararnos sus hinchas si ellos —bien dispuestos— nos regalan sus sonrisas, sus orgullos, sus frutos, sus técnicas, sus laboriosidades, sus minuciosidades y sus perseverancias?
A ellos, como a otros patriotas de éxito, vayan los afectos y nuestros respetos. Este amor se parece al que Einstein le escribió a su hija en una carta:
“Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras y que, incluso, está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el amor (…). El amor es luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El amor es gravedad porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El amor es potencia porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El amor es Dios y Dios es amor”.
Para Einstein el amor es “la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites”. Con el amor de su lado, no le ganarán al Perú. Sintámoslo siempre.
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