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[Opinión] Carlos Bruce: “La iglesia y el poder”
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Todo ser humano tiene el derecho de profesar la religión que mejor le parezca o ninguna, si esa es su elección. Nadie puede ser molestado o discriminado por esta decisión. Asimismo, toda persona puede tener la posición política que le parezca como parte de sus derechos fundamentales.
Se supone que son ámbitos distintos: la religión ofrece una propuesta que explica el origen de las cosas y ofrece un camino de salvación después de la muerte y la política ofrece una fórmula que trae bienestar en la vida.
Sin embargo, estos ámbitos no siempre están separados. Hay momentos, sobre todo cuando las libertades están siendo conculcadas y se violan derechos humanos, en que los representantes de las religiones se pronuncian contra hechos políticos que afectan la dignidad de los ciudadanos.
Esto es lo que está ocurriendo actualmente en Nicaragua. La dictadura izquierdista de Daniel Ortega ha iniciado una repudiable persecución contra el obispo Rolando Álvarez, de la Diócesis de Matagalpa, por ser crítico al régimen. Álvarez es el encargado del área de Comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Nicaragua y la Policía ha cerrado varias radioemisoras católicas que han denunciado los abusos del gobierno.
En el Perú, el arzobispo de Lima, Carlos Castillo, durante la misa Te Deum del 28 de julio, destacó el gesto que tuvo San Martín al ceder su cargo de cabeza del ejército libertador a Bolívar por estar mejor preparado. “¿No es también urgente hoy este desprendimiento?”, en una clara alusión al presidente de la República, presente en el acto.
Hay, pues, momentos donde inevitablemente la religión y la política se cruzan. Al final, los dos buscan el respeto de la dignidad de todos los seres humanos.
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