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[OPINIÓN] Carlos Parodi: Debilidad institucional
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Existe un consenso: sin buenas instituciones no existe modelo que permita que la evolución económica se refleje en el bienestar de todos. Las economías que crecen más y de manera inclusiva son aquellas que tienen mejores instituciones. Perú no las tiene. ¿Qué son las instituciones?
En primer lugar, las instituciones pueden entenderse de dos modos: como organizaciones (por ejemplo, el Poder Judicial, el Congreso o un club de futbol) y como las reglas de juego, que a su vez se dividen en formales e informales; entre las primeras destacan las leyes, los reglamentos y su cumplimiento y entre las segundas, las costumbres y tradiciones. ¿De qué sirve cambiar las leyes si no se cumplen en la realidad? ¿O si pesan más las informales? Una reciente encuesta muestra que Perú es el país de América Latina en que existe un menor cumplimiento de lo indicado por las leyes.
En segundo lugar, no cabe duda de que no se requiere ser economista para concluir que las instituciones no funcionan en el Perú. Las personas de a pie lo sabemos; un reflejo de ello es la escasa credibilidad que tienen la mayoría de las instituciones en el país. Usted lector, ¿cree que el Poder Judicial administra bien la justicia del país? ¿Y la Policía es confiable? ¿Acaso el Estado hace respetar los derechos de propiedad? Un ejemplo. Si usted, estimado lector, adquiere una vivienda y es estafado, ¿tiene la certeza de que sus derechos serán respetados y defendidos por el Estado? ¿Cuántos casos vemos a diario de ese tipo? ¿Por qué está enquistada la corrupción? El problema es que, si nadie cree en nadie ni en nada, entonces no existirá modelo económico que funcione para todos.
Una sociedad no puede ser evaluada solo desde la perspectiva de los resultados económicos; debemos analizar cómo funciona. Aunque suene pesimista, mi visión es que nuestra sociedad no funciona bien. La costumbre (reglas informales) es tratar de “cortar camino” vía contactos o actos de corrupción para lograr objetivos; algunas leyes (reglas formales) parecen estar escritas con nombre propio, es decir, para beneficiar a algún grupo que puede presionar más. ¿Cambiaría eso si cambian las leyes?
En esas condiciones, aquellos que carecen de medios y conexiones con el poder de turno casi no tienen posibilidades de lograr sus metas; no existe, casi en ninguna medida, un acceso igualitario a una buena educación o salud, a pesar de que está en la Constitución.
Dos conclusiones: por un lado, la economía debe estudiarse dentro de un contexto con ciertas características, y no solo con modelos abstractos y descontextualizados. Por otro, existe una relación directa entre un mejor marco institucional y una mayor calidad de vida, como quiera que se mida. Observe, usted lector, a cualquier país del mundo; vea a los países más avanzados (digo países y no solo economías) y a los más atrasados y comprenderá lo que quiero decir.
No estoy diciendo que las instituciones lo sean todo; también juegan la geografía y otros factores, pero, sin duda alguna, si por algo debemos comenzar, es por recuperar instituciones. ¿Cómo haría, usted lector, para que las leyes se respeten, para creer en el Congreso, Poder Judicial, Policía Nacional, etc.? Para algunos se trata de las personas; ok, ¿qué hacemos? ¿No es verdad acaso que cada cinco años cambiamos a la mayoría de esas personas y todo sigue igual? Existe una inercia institucional que nos daña. ¿Cómo cambiarla? ¿Qué tipo de gobierno quisiera, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo para volver a creer? Confieso que tengo más preguntas que respuestas, pero, sin al menos intentar responderlas, no veo futuro.
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