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[OPINIÓN] Carlos Parodi: “Economía de contactos y corrupción”
“Llegamos al extremo de que algunos sostengan que, como el presidente A robó, entonces, ¿por qué no lo haría el presidente B? ¿Qué tiene de malo?”.
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La última semana ha estado dominada por los relojes de la presidenta, que no ha podido explicar de dónde provinieron. No termina un destape y comienza otro. ¿Hasta cuándo? El problema no es de izquierda o de derecha, sino de personas honestas o no.
Se ha hecho costumbre enterarnos de que determinados funcionarios favorecieron a personas cercanas para que sean contratadas en diversos puestos públicos. No tienen los méritos, pero sí el contacto. Mientras esto ocurre, millones de ciudadanos conviven con un mar de inseguridad, ausencia de servicios básicos de calidad, etc.
La corrupción es una característica del Perú, a tal punto que muchos la han normalizado. Llegamos al extremo de que algunos sostengan que, como el presidente A robó, entonces, ¿por qué no lo haría el presidente B? ¿Qué tiene de malo? Parece increíble, pero así razona una buena parte de los ciudadanos peruanos.
Se sostiene que Perú tiene un modelo económico basado en el mercado. Sostengo que tiene algunos elementos que constituyen una economía social de mercado, pero no todos. Ni siquiera estoy seguro de si tiene un modelo. Los casos de corrupción que son pan de cada día, así como el hecho de que funcionarios del gobierno favorezcan a algunos sobre otros, configuran un escenario donde el mérito parece no importar. Esta realidad muestra que, para lograr algo en nuestro país, necesitas tener contactos con funcionarios de distintos niveles. Digamos que quiero hacer una carretera y postulo a un concurso público. Si estoy conectado con quien decide, gano la licitación, pero a cambio de favores futuros. Necesito una licencia para poner un negocio. Tengo que conversar con las personas encargadas que casi parece que nos hicieran un favor. Eso no es libre mercado; es mercantilismo, corrupción e incapacidad. No generalizo, pues conozco funcionarios honestos, pero son la minoría.
El mercantilismo, estrategia por la cual se logran objetivos no por méritos, sino por conexiones con el poder, es opuesto al libre mercado. Y esa es una conducta típica en el Perú que se debe desterrar. El libre mercado se basa en decisiones individuales en igualdad de condiciones, y en un Estado que provea los servicios básicos justamente para lograrla. Se llama liberalismo. En nuestro país, los ganadores son quienes tienen contactos en el Poder Ejecutivo, Judicial o cualquier ente público que tome decisiones, por lo que se convierte en una apuesta sin riesgo. Y esa corrupción no es gratis, sino a cambio del desvío de recursos que perjudica al país.
Segundo, en la medida que los mercantilistas logran más objetivos que aquellos que no tienen sus conexiones, la riqueza se concentra en unos pocos. La desigualdad de ingresos se deteriora. Y la convulsión social aumenta. Uno de los principales objetivos que algún gobierno tiene que enfrentar es la eliminación de la corrupción y la economía de favores. El mercado no puede funcionar así. Sin embargo, se le culpa y –más allá de la posición ideológica de cada uno– es un error. Sin reglas claras e iguales para todos, no hay mercado que opere ni un Estado que redistribuya los beneficios del mercado. El problema es institucional.
Entiendo nuestra frustración como ciudadanos. Pero veamos que la raíz del problema no está en la estrategia económica, pues esta se asienta en una realidad institucional, caracterizada por altos niveles de corrupción e incapacidad de gestión. La alta desigualdad de acceso a servicios básicos tampoco ha sido enfrentada. Pasar a más Estado no solucionará nada ni tampoco lo hará quedarnos como estamos. O hacemos las reformas de salud, educación, pensiones y de acceso a servicios básicos para todos, o no habrá modelo que funcione.
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