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[OPINIÓN] Carlos Parodi: “Sin crecimiento no hay bienestar”
“Nadie duda de que las buenas cifras macroeconómicas no necesariamente se reflejan en una mejoría de la calidad de vida…”.
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Aunque la economía tiene distintos problemas, me parece que ahora el más importante es el casi nulo crecimiento económico. En 2023, la economía cayó 0.5% y ahora resulta imprescindible volver a crecer. La pregunta es ¿por qué? ¿Acaso los economistas vivimos pensando solo en el PBI? No es así; crecer es fundamental porque es un medio para lograr otros objetivos. Crecer es producir más y se mide por los aumentos del Producto Bruto Interno (PBI). No es igual a desarrollar.
Existen dos canales que conectan el crecimiento con el bienestar. En primer lugar, un hecho estilizado de cualquier economía es que el crecimiento genera un aumento de la recaudación tributaria y, con ello, eleva la capacidad de gasto del gobierno; en algunos países con mayor informalidad, como Perú, será menor que en otros; por eso, se señala que el crecimiento económico financia al gasto público. No hay dudas de que, a mayor crecimiento, mayor recaudación.
Dicho esto, que el gobierno tenga más dinero no significa que sea bien utilizado. Es clave que la gestión de los recursos del gobierno, en sus tres niveles, sea eficaz y eficiente, para que de esta manera se refleje en la satisfacción de necesidades inmediatas de los ciudadanos. Me refiero a usar mejor el dinero en educación, salud, seguridad ciudadana, etc. No en más empresas públicas ni en proyectos que no tienen ninguna rentabilidad privada ni social, sino en aspectos que mejoren la calidad de vida de todos.
En segundo lugar, se presume que, como crecer significa producir más, entonces, si se produce más, se contratarán más trabajadores; es decir, aumentará el empleo. Parece lógico, pero cuánto empleo se genere depende de dos aspectos. Por un lado, tienen que existir ciudadanos adecuadamente educados y capacitados para ser contratados por las empresas; aquí tanto la educación como el desarrollo de las denominadas competencias blandas son claves; por otro, no todos los sectores generan el mismo impacto sobre el empleo. Algunos usan más tecnología que otros y, como consecuencia, para producir más no requieren muchos más trabajadores, sino más máquinas.
Los ciudadanos no ven el PBI y tampoco les impacta que los gobiernos se refugien en el hecho de que la economía está creciendo; poco o nada le importan los grandes números, pues lo que buscan es que se solucionen los problemas relacionados directamente con su bienestar. Si le preguntamos a cualquier persona cuáles son sus principales problemas, ninguno responderá que le preocupan las menores exportaciones o el lento crecimiento del país; lo que sí le angustia son otras cosas, como el logro de un ingreso razonable, la inseguridad, la ausencia de empleos adecuados, la reparación de las pistas, el tráfico caótico de nuestras ciudades, las precariedades de los sectores de educación y salud, etc.
Nadie duda de que las buenas cifras macroeconómicas no necesariamente se reflejan en una mejoría de la calidad de vida para una gran parte de los ciudadanos. Sin embargo, la solución no es patear el tablero, vivir odiando ni convertirnos en intolerantes. Veamos qué han hecho países que sí lo han logrado para ver cómo lo adaptamos al Perú. No podemos cambiar de estrategia sin estar seguros de que la nueva va a funcionar. ¿Tendría sentido aplicar una estrategia similar a la de Venezuela, Argentina o Nicaragua? La respuesta es no, porque ahí no han funcionado y, por lo tanto, no es una opinión, sino un hecho.
El gran reto de los gobiernos es conectar con la población. No solo importa lo que deben hacer, sino cómo lo hacen. Para eso, la experiencia internacional muestra que los gobiernos de menor tamaño suelen ser mejores. Pequeño no es igual a débil, como tampoco grande es sinónimo de fuerte.
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