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[Opinión] César Luna Victoria: ¡Hola, 2022!
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Despertados en un nuevo año, cuénteme por quién brindó anoche. Acaso por un leñador para que destripe al lobo que nos ha comido y poder resucitar junto a la Caperuza Roja y a su abuela; o por un príncipe para que con un beso cure envenenamientos y poder despertar como Blancanieves y la Bella Durmiente; o por Odiseo para terminar este viaje tormentoso y poder llegar por fin a casa, en Ítaca, donde nos esperan Penélope y Argos; o para que, reunido nuevamente con su cuerpo decapitado, regrese el último inca para liberarnos de tantos males.
Dígame, ¿por quién brindó? Porque de los deseos se hace historia.
En la infancia se pide el juguete de moda, pero si no hay un Papá Noel, el deseo se ajusta a lo que se pueda en familia. En la adolescencia se pide el paraíso que, usualmente, tiene nombre de mujer y por ella escribimos las canciones más bonitas y los versos más tristes, que a nadie interesan. De mayores, apostamos que la lotería resolverá todas nuestras escaseces y al premio mayor le dedicamos plegarias que no resultan. De viejos pedimos que la vida se lleve enfermedades, pero en su lugar es a nosotros a quien se lleva, antes de tiempo.
Las desilusiones enseñan que los sueños se cumplen de otro modo.
El 2020 había sido el año de ciento de miles de muertes por pandemia y de miles de millones de pérdidas económicas por cuarentena, como nunca antes en la historia. Para colmo, sufrimos el desbarajuste de tres presidentes y dos Congresos al hilo.
El 2021 debía ser mejor porque era, además, el año del bicentenario y de un nuevo gobierno. Así que lo recibimos con más ilusiones que a otros años. Pero fue peor. En política, en economía, en empleo, en educación, en salud, por donde mire, las expectativas son para abajo, y cayendo. Digamos que de los puntos suspensivos de la esperanza pasamos al coma profundo de la crisis.
Aun así, tercamente anoche brindamos para que este 2022 sea mejor. Pero tanta desgracia debe haber enseñado que los salvadores no existen y que las cosas no se arreglan solas. Brindo, entonces, para que eso lo tengamos bien aprendido; para que de las diferencias pasemos a las coincidencias; para que de las miserias pasemos a las grandezas; para que de las promesas falsas pasemos a los planes ejecutables. Brindo para que, cuando lleguen los desalientos, recuperemos fuerzas para seguir adelante.
Brindo para que, aunque parezca inalcanzable, lleguemos a ser felices todos juntos en este país. Brindo con abrazos eternos, de esos que nos hacen querernos por toda la vida, que con eso se empieza para ser mejores.
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