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[OPINIÓN] Francisco Miranda: “Miremos el bosque y no el árbol”
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Para convertirse en un científico de recursos pelágicos como la anchoveta, se necesita una sólida formación académica en biología marina, oceanografía y ecología; entre otras disciplinas afines. Sin embargo, en nuestro país, se les cree más a ciertos personajes “mediáticos” que a un profesional especializado.
No existe institución científica marina en el mundo que haya investigado y recopilado más información sobre la anchoveta peruana que el Instituto del Mar del Perú (Imarpe). Ello, ha permitido —y permite— el manejo sostenible de la anchoveta y su conservación a largo plazo.
El Imarpe estudia la biología reproductiva y dinámica poblacional de la anchoveta, incluyendo los parámetros de crecimiento, fecundidad, madurez sexual, periodos de desove masivo, entre otros. Estos estudios permiten establecer medidas de gestión para asegurar una actividad sostenible, definiendo el tamaño de la población de anchoveta, su tasa de crecimiento y su capacidad de reproducción; datos que son fundamentales para establecer cuotas de pesca sostenibles y garantizar la conservación de la especie.
Gracias a ello, existe un manejo dinámico de la pesquería de anchoveta, que siempre puede ser perfeccionable, pero que a la fecha su sostenibilidad es indiscutible. A esto se suma un principio básico para ecosistemas altamente variables como el nuestro, el “manejo adaptativo” que implica aplicar un enfoque basado en la toma de decisiones flexibles para cuidar el ecosistema marino. Ello permite la revisión continua de las políticas y medidas de conservación para garantizar una gestión sostenible de las pesquerías a largo plazo.
En este escenario, a raíz de los efectos del calentamiento del mar y el cambio climático sobre la dinámica de la población de anchoveta surgen preguntas como: ¿Por qué a pesar de que la biomasa de anchoveta se mantiene saludable, existe una enorme cantidad de anchovetas que no crecen más de los 11 o 11.5 cm, pero ya se reproducen? Preguntas como esta, muy pronto tendrán que ser abordadas por los científicos.
Incluso, algunos han planteado la hipótesis relacionada con la calidad del alimento de la anchoveta como los “eufausidos” (pequeños camaroncitos conocidos como krill) que viven en alta mar y obligan a la anchoveta a buscarlos fuera de sus áreas tradicionales. Estos pequeños camarones migran verticalmente en la columna de agua entre los 50 y 300 metros de profundidad, donde muchas veces la anchoveta no tiene acceso.
Así, las investigaciones hacen suponer a los científicos que los cambios oceanográficos de los últimos 10 años han alterado el alimento de la anchoveta y no hay que ser muy sabio para entenderlo. Sin embargo, es necesario probar esta hipótesis y si la anchoveta está desovando cuando alcanza los 10.5 cm, como lo reportan algunas observaciones en Perú y en Chile, durante los periodos de cambios oceanográficos, lo razonable será sin duda adaptar la talla mínima de captura legal a esta realidad.
Además, es importante tomar en cuenta que diferentes investigaciones nos dicen que, para un mejor manejo de la pesquería de anchoveta, resultaría más conveniente, capturar todas las tallas, no solo a los adultos. En nuestro afán de solo capturar adultos y proteger a los que están por debajo de la talla mínima legal de 12 cm, se creó un sistema de cierre dinámico de zonas; obligando a los pescadores a buscar un recurso que no está disponible en los cardúmenes de anchoveta, aunque la biomasa total se mantiene estable, sana y reproduciéndose.
En una pesquería como la peruana, que es admirada en el mundo, no administrarla eficientemente es una falta de responsabilidad, no solo con el recurso, sino también con quienes se sostienen económicamente de esta pesquería. Miremos el bosque y no solo el árbol, promoviendo la combinación de ciencia y experiencia, ya que ambos tienen mucho que conversar.
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