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[OPINIÓN] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Oecedicémonos hasta el último cartucho”
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Este gobierno, con Boluarte y Otárola hace poco, pero también con el golpista Castillo cuando Mirtha Vásquez era todavía primera ministra en enero de 2022, y sin objeción posterior ninguna, acogió y defendió como buena noticia la invitación de la OECD a participar de ese grupo selecto de países, cuyas condiciones están materializadas en una hoja de ruta bastante específica. El Perú solicitó oficialmente incorporarse en 2012, lo cual implica uno de los poquísimos actos de consenso que se ha ratificado por tirios y troyanos en esta década de desmadre institucional. Estamos dispuestos a pelearnos por todo y de la peor manera posible, pero queremos ser parte de la OECD. Es consistencia lógica pura, si allí es donde migran quienes tiran la toalla, de distintos estratos económicos. Nos une la gastronomía y las ganas de oecedizarnos, la selección a veces.
Con muchos argumentos, alguna gente ha cuestionado cómo podemos aspirar a chocar codos en ese grupo selecto con el desorden institucional y los papelones que exhibimos en tantos frentes. Pero nos han mantenido la invitación abierta luego de vernos con lupa las espinillas y saber de nuestras andanzas y debilidades. Seguimos invitados, pero hay que hacer la chamba. Lo bueno es que la lista de tareas está bien clarita. Nos tomará el tiempo que sea, pero se trata de llegar, adaptando la hoja de ruta en el camino, porque el entorno cambiante lo requerirá. Como estamos hoy, nada mejor que tener la guía de países mucho mejor institucionalizados. Si tenemos acuerdos Gobierno a Gobierno para casi cualquier proyecto emblemático, esta hoja de ruta es mucho más transformadora, en serio (ver: https://tinyurl.com/26rk3sqs). Que surjan oponentes a este proyecto es políticamente contradictorio con lo dicho durante más de una década por una gran cantidad de políticos de casi todo el espectro político. No es que les sobre vergüenza en la cara, pero al menos se les podría hacer ver la contradicción. Y, literalmente, la mejor argumentación para convencer a la población (que es lo que convence a los políticos) es queremos construir un país del que tus familiares no quieran migrar. Preguntas tan simples como ¿adónde han migrado tus familiares? Así queremos ser, costará tiempo y esfuerzo, pero en eso nos tenemos que convertir.
Para eso, claramente, no basta un gobierno débil y menos un Congreso con baja aprobación e instinto autodestructivo insólito. En mi columna anterior recogí conclusiones de Carlos Basombrío (72 congresistas en mira de la fiscalía) y Fernando Vivas (incluso el congresista acusado de violador es protegido por el antejuicio, que debería aplicar solo a “función congresal”) que muestran que la proyección política hacia adelante es muy endeble todavía. Un esfuerzo así requeriría que participen más entidades, probablemente con participación del Acuerdo Nacional, y convendría que el Consejo de Estado, que insistentemente reclamó el Poder Judicial en su momento, también hiciera suya la hoja de ruta de la OECD, porque los requerimientos de fortalecer institucionalidad así lo requieren. No vivimos un momento ideal, pero es lo que hay. Si se quiere ir a una ruta que prometa mejoras y no estafe, es un camino que hay que intentar todo lo que se pueda.
La vida me ha enseñado que cuando todo huele mal, lo peor es poner cara de trasero (te volverías el principal sospechoso), hay que buscar tercamente qué puede germinar, dando alguna utilidad al abono, ni modo.
Revisando los planes de cómo recuperar turismo, creo que deberíamos apostar muy en grande por Caral. Este documental: Pirámides Perdidas de Caral - Documental de la BBC - YouTube es imperdible. Caral le ha probado al mundo que el surgimiento de la civilización en la humanidad no fue por la guerra, sino el comercio y la especialización del trabajo. Fue, además, una civilización que acabó por el cambio climático, lo que abriría opciones también de hacer museos sobre el tema en general, con cooperación internacional. Ampliaría la oferta turística a la costa norte y nos permitiría agradecer en vida a dos figuras de la arqueología peruana de talla mundial que lo merecen todo: Ruth Shady y Walter Alva.
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