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[OPINIÓN] Joaquín Rey: “Deseos de fin de año”
“Que los peruanos nos volvamos a encontrar. Que seamos más tolerantes con nuestras diferencias y que no renunciemos a la posibilidad de dialogar”.
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A pocos días de cerrar este atribulado 2022, y con la esperanza de que el nuevo año traiga mejores vientos para nuestra política y economía, comparto con ustedes algunos deseos para 2023.
Que la inestabilidad deje de ser el sello característico de nuestra vida política. Que la presidenta Boluarte continúe su mandato hasta 2024 y rompamos la desquiciada y dañina espiral de tener un presidente por año en promedio. Que no tengamos un cambio ministerial cada semana –como fue en el año y medio previo–, y que esto permita volver a atraer a los profesionales calificados y capaces que fueron ahuyentados del servicio público en los últimos 18 meses.
Que, antes de las elecciones de abril de 2024, el Congreso apruebe ciertas reformas que contribuyan a que nuestro sistema electoral produzca resultados que satisfagan a más peruanos e incrementen su aprecio por la democracia. Sería ingenuo aspirar a cambios ambiciosos, pero avanzar en algunos elementos como la bicameralidad o la restitución de la reelección congresal harían una diferencia significativa.
Que la idea del cambio de Constitución pase al olvido. Que comprendamos que el marco jurídico actual le ha permitido al país tres décadas de una prosperidad inusitada en nuestra vida republicana, y que los indiscutibles aspectos por mejorar (desigualdad, salud y educación pública, lucha contra la corrupción, etc.) difícilmente serán resueltos con el cambio de un texto.
Que el Ejecutivo descarte la llamada “Agenda 19" en materia laboral, que propone un conjunto de medidas anacrónicas que solo favorecerían a una pequeña minoría privilegiada en detrimento de la creación de más empleo formal. Propuestas como la prohibición de la tercerización o la eliminación de la suspensión perfecta, a la larga, solo deteriorarán las condiciones laborales de muchos peruanos que se verán obligados a transitar a la informalidad.
Que en Perú se empiece a gestar una izquierda realmente comprometida con los valores democráticos y con un mínimo de sensatez económica. La presidencia de Pedro Castillo demostró que ese tipo de izquierda no tiene representantes políticos en Perú. Lo que vimos fue, más bien, un grupo oportunista, que renunció a sus principios fundamentales con tal de subirse al carro del gobierno, que pasó por agua tibia los evidentes casos de corrupción de la administración y que, incluso hasta hoy, avaló la vocación autoritaria de Castillo.
Que surja una derecha más conectada con los peruanos menos favorecidos, que respete genuinamente la institucionalidad democrática (y en particular la electoral), que sea más liberal que mercantilista, y que, en lugar de adjetivar a todo aquel que cuestione el modelo económico, se enfoque en defenderlo sobre la base de sus virtudes y del progreso que ha traído para el país.
Que el centro político vuelva a existir. Que surjan opciones en este espacio para las elecciones de 2024, y que comprendamos que aquellas posiciones que hoy peyorativamente se califican de “tibias” son fundamentales para la creación de consensos. Un sistema solo compuesto por extremos está condenado a la inoperancia.
Y que los peruanos nos volvamos a encontrar. Que seamos más tolerantes con nuestras diferencias, que tengamos la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, y que no renunciemos a la posibilidad de dialogar. Que el colofón de esta nueva crisis política sea un nuevo equilibrio que permita construir un país más próspero y justo para todos.
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