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[OPINIÓN] Joaquín Rey: “El presidente no responde”
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El pasado domingo, luego de más de cien días sin dar declaraciones a la prensa, el presidente decidió –o más bien se vio obligado– sostener una conversación con el medio estatal. Digo conversación porque difícilmente esta podría ser catalogada como entrevista. Con una total ausencia de preguntas incisivas y repreguntas, el intercambio fue más bien un espacio publicitario.
Con esto, Castillo evidencia una vez más el desprecio por los medios que mostró desde su campaña, en la que incluso azuzaba a sus seguidores a atacar a los periodistas. Una actitud que en el fondo es un desprecio por la ciudadanía que se informa a través de la prensa.
La entrevista no dio respuesta a ninguna de las reales inquietudes de la ciudadanía, y más bien puso en evidencia el vacío del presidente y las contradicciones que son el sello de esta administración.
El presidente abrió señalando su respeto irrestricto por el rol de los medios, e incluso se jactó de no haber coordinado los términos de la entrevista previamente con su interlocutor, como si fuera algo excepcional o meritorio, cuando es lo mínimo que se esperaría. Pero lo realmente descarado es que hoy sabemos que los detalles sí habían sido coordinados antes del encuentro en una reunión que tuvo Alejandro Salas –supuesto ministro de Cultura que más ejerce como vocero oficioso de Castillo– con el periodista a cargo.
En una nota similar, cuando fue consultado por la investigación que le ha iniciado la Fiscalía por el caso puente Tarata, Castillo señaló que estaba totalmente dispuesto a colaborar con las acciones de la justicia. Cabe preguntar entonces por qué dos semanas atrás su abogado Benji Espinoza presentó un recurso de nulidad contra la pesquisa ante la propia Fiscalía. Si realmente se quiere colaborar con una investigación, lo último que se debe hacer es pedir su suspensión.
Más adelante, el presidente fue contundente en declarar que nunca había conocido ni sostenido una reunión con Karelim López. No obstante, el propio presidente había declarado a la Fiscalía que sí había conocido a la hoy célebre lobista. ¿En qué quedamos entonces?
Sobre sus primeros meses de gobierno, en los que pasó la mayor parte del tiempo en la casa de una familia chotana en el pasaje Sarratea, Castillo señaló que nunca trató ningún asunto de gobierno en la misma. ¿Para qué recibía entonces a sendos integrantes de su gabinete ahí? El propio Juan Silva, exministro de Transportes y Comunicaciones y hoy prófugo de la justicia, era uno de los más asiduos visitantes. ¿Alguien podría creer, como dijo alguna vez el presidente, que se reunían ahí solo para tomar caldo verde?
Como si esta seguidilla de absurdos no fuera suficiente, Castillo remató diciendo que había conseguido “con el sudor de su frente” su grado de maestría cuando ya está demostrado que el 54% de su tesis está íntegramente plagiado. Plagio al que se suman el del ministro de Educación, Rosendo Serna, y el de la exministra de Trabajo Betssy Chávez.
Si Pedro Castilllo hubiera tenido al frente a un verdadero periodista, mínimamente incisivo, y no a un mero facilitador de su discurso, ninguna de estas aseveraciones hubiera pasado tan alegremente.
Así las cosas, esta aparición difícilmente puede ser considerada como una rendición de cuentas a la ciudadanía. El compromiso del presidente, por tanto, sigue pendiente. Seguimos esperando.
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