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[OPINIÓN] Joaquín Rey: “Iguales bajo el sol”
“Si consideramos la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de que deben existir 9 metros cuadrados de espacio público por ciudadano, Lima debería contar con unos 87 millones de metros cuadrados. A la fecha solo cuenta con 23, una brecha alarmante”.
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“Todos son iguales bajo el sol”, decía una notable canción noventera de los Nosequién y los Nosecuántos. Esta línea describe bien la principal virtud de los espacios públicos. En un medio donde persisten tantas diferencias y la calidad de servicios fundamentales a los que acedemos los ciudadanos (como salud, educación o movilidad) es tan dispar, los espacios públicos son uno de los pocos ámbitos donde todos experimentamos nuestra ciudadanía de manera igualitaria. Son también un punto de encuentro entre ricos y pobres, derechistas e izquierdistas, mayores y menores, hinchas de la ‘U’ y Alianza, en los que, a pesar de nuestras diferencias, debemos reconocernos como iguales y tratarnos de manera civilizada.
Los espacios públicos son también fundamentales para mejorar la calidad de vida de muchísimos peruanos. Hoy unos 7 millones de compatriotas habitan hogares con condiciones de hacinamiento, sin mínimos estándares de sanidad y seguridad. Aunque claramente no resuelven el problema, los espacios públicos adecuados ofrecen una alternativa para que los ciudadanos puedan pasar tiempo en ámbitos seguros y agradables que mejoren su experiencia cotidiana.
Por ello, los parques, plazas o playas son mucho más que lugares de esparcimiento o recreación. Son, sobre todo, ámbitos fundamentales para la construcción de la democracia. Si aprendemos a convivir en ellos, será más probable que aprendamos a convivir como sociedad.
Por estas razones, resulta preocupante que diversas autoridades estén tomando medidas para limitar el acceso y uso de espacios públicos en diferentes zonas de la capital. Ya eran conocidas las absurdas restricciones del alcalde de Miraflores para evitar que los parques del distrito sean utilizados para la práctica de ciertas actividades recreativas o la organización de encuentros como picnics o reuniones de menores. Sería razonable que se prohíban actividades como partidos de fútbol, con el potencial de perturbar el uso de terceros. Pero impedir que un grupo de 10 o 15 personas haga una sesión de aeróbicos o yoga, o un grupo pequeño de menores con sus padres celebre un cumpleaños no tiene ninguna razonabilidad (¿para qué existen sino los parques?).
A ello se suma ahora la intención de la Municipalidad Metropolitana de Lima de convertir a los parques zonales en clubes. Luego del desconcertante anuncio inicial del miércoles y las consecuentes críticas, el Servicio de Parques de Lima (Serpar) ya se apresuró en decir que el mecanismo de acceso actual se mantendrá y que la membresía será solo opcional, pero tendrá “un beneficio extra”. Aunque este retroceso es positivo, igualmente afecta el elemento central que debe caracterizar el espacio público: que todos lo podamos disfrutar en igualdad de condiciones, independiente de nuestra capacidad de pago.
También llamó la atención el anuncio de la alcaldesa de Barranco negando la autorización para la realización de la fiesta de Año Nuevo en el “Triangulito” —espacio entre los jirones Santa Rosa y Miraflores—, evento organizado por los propios vecinos que es ya una tradición del distrito. Como se ha visto en años anteriores, los asistentes son quienes se hacen cargo de la limpieza del espacio luego de la actividad. Se trata de un encuentro que no hace daño a nadie, que fortalece a la comunidad y alegra la vida de los vecinos. Como era de esperarse, el anuncio solo alentó a los barranquinos para acudir con mayor interés al evento, que tuvo este año su edición más concurrida. Ante la magnitud del éxito, la municipalidad tuvo el tino de permitir su normal desarrollo, eso sí, vigilando que no se cometa ningún exceso ni ilegalidad, como corresponde.
Lejos de limitar o restringir el uso de los espacios públicos, nuestras autoridades deberían promoverlos y expandirlos. De hecho, si consideramos la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de que deben existir nueve metros cuadrados de espacio público por ciudadano, Lima debería contar con unos 87 millones de metros cuadrados. A la fecha solo cuenta con 23, una brecha alarmante.
Darles a nuestros hijos mejores espacios públicos llevará a tener mejores ciudadanos el día de mañana. Hagámoslo realidad.
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