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[Opinión] Joaquín Rey: “La degradación de la presidencia”
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Es improbable que un mensaje de 28 de julio sea capaz de enmendar el curso de una nación, pero cuando menos debiera ser oportunidad para hacer un reconocimiento sincero del estado de una administración, mostrar propósito de enmienda y presentar mínimas claves de las estrategias para resolver las crisis que agobian a los ciudadanos. En síntesis, un mensaje a la Nación debiera estar conectado con la realidad.
No obstante, lo ofrecido por Pedro Castillo el último jueves fue exactamente lo opuesto. Escuchamos a alguien que no parece haberse enterado de que tiene cinco investigaciones fiscales en curso, que cuenta con una desaprobación ciudadana mayor al 70%, que en su primer año ha nombrado a más de 60 ministros y que a la fecha no puede mostrar prácticamente ningún logro concreto.
La principal estrategia de Castillo fue más bien la de victimización. Las desgracias del país, a decir de él, son responsabilidad de la prensa y los “poderes políticos y económicos tradicionales”.
Su animadversión para con la prensa no debe sorprender, pues es gracias a ella que los ciudadanos sabemos de casos como los “100 grandes” de Juan Silva, de los Dinámicos del Centro, del despacho del pasaje Sarratea o del caso que involucra seriamente a su cuñada. No obstante, es inaceptable que acuse a la prensa de ocultar información, pues es Castillo quien ha hecho denodados esfuerzos por frustrar el trabajo de los medios. En sus 12 meses de gestión solo ha concedido entrevistas a cinco medios –algo sin precedentes en nuestra historia reciente– y fue su administración la que propuso la ‘Ley Mordaza’ que pretende penalizar la difusión de información de investigaciones fiscales.
Respecto del rol de los “poderes políticos tradicionales”, habría que recordarle al presidente que hace un año fue él quien asumió el puesto de mayor poder político del país, acompañado por la bancada de Perú Libre, la más numerosa del Parlamento en su momento. Que 12 meses después su poder presidencial y el tamaño de su bancada se hayan visto dramáticamente menguados es responsabilidad exclusiva del mandatario y su entorno.
Otro pasaje igualmente inverosímil del discurso de Castillo fue su supuesta disposición a “someterse a la justicia” en los casos que lo involucran. ¿Cómo entender entonces el repentino cese del exministro del Interior Mariano González, luego de que este dispusiera la creación de un equipo especial para concretar la captura de prófugos de la justicia, entre ellos los sobrinos del presidente? ¿O cómo explicar la destitución de Daniel Soria, procurador general que denunció a Castillo ante la Fiscalía por el caso Puente Tarata?
Lo que esperábamos los peruanos era básicamente una salida a la profunda crisis política que tiene al país sin rumbo, y a estas alturas queda claro que esta pasa definitivamente por un cambio en la Presidencia de la República. Por ello, la ocasión era propicia para que Castillo presentará un proyecto de reforma constitucional para un adelanto de elecciones generales. ¿Por qué no sucedió? Quizás porque el presidente bien sabe que lo único que lo separa de un eventual arresto es la oficina que hoy ostenta.
Cuál será el nivel de degradación de nuestra política local para que la principal utilidad del más alto cargo del Estado sea la de proveer inmunidad a quien lo ocupa. Los peruanos merecemos más.
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