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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Avivando la hoguera”
“El Congreso no ha asimilado el sentido de urgencia que la coyuntura exige, confirmando las peores opiniones que sobre su actuación se ha forjado la ciudadanía a fuerza de tantos yerros, trapacerías y dislates”.
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Al primer golpe fallido del aprendiz de dictador le ha seguido otra tentativa más perversa y demoledora promovida por sus aliados y secuaces, esta vez a través del estallido violento, el bloqueo de vías, y la destrucción de propiedad pública y privada.
En ese sentido, la legítima demanda ciudadana en favor del adelanto de elecciones y la repulsa hacia el Congreso han sido aprovechadas de forma oportunista por los azuzadores, incluyendo algunas autoridades nombradas por el expresidente, para sembrar el caos y promover la agenda que no pudieron imponer con la intentona golpista.
Cada día de protestas le cuesta al país más de S/200 millones en pérdidas que son asumidas principalmente por los más vulnerables: trabajadores que no pueden movilizarse a sus centros laborales, comerciantes y pequeños agricultores que no venden sus productos, estudiantes sin clases. Sin embargo, lo más terrible es la irreparable e innecesaria pérdida de vidas (ya son 20 los fallecidos) que enluta al país y profundiza heridas y divisiones.
La actuación medrosa e inconsistente de la presidenta y su gris premier no ha ayudado a aplacar la crisis. Boluarte ha sido confusa en su postura del adelanto, ensayando distintas fechas en momentos diferentes. A ello hay que sumar sus congraciantes expresiones sobre Castillo y su titubeante respuesta inicial frente a los desbordes violentos. El primer ministro ha sido apenas una sombra imperceptible a su costado.
La salida del trance político que arrastramos dependerá en buena medida de las decisiones que adopte el Congreso. De allí que resulte absolutamente lamentable el voto de ayer contra las elecciones anticipadas, algo que debería revisarse cuanto antes, a la vez que se adopta un paquete mínimo de reformas que perfeccione el sistema de representación política para evitar nuevas crisis.
El Congreso no ha asimilado el sentido de urgencia que la coyuntura exige, confirmando las peores opiniones que sobre su actuación se ha forjado la ciudadanía a fuerza de tantos yerros, trapacerías y dislates. La representación nacional no puede seguir anteponiendo sus menudos intereses subalternos sobre las grandes preocupaciones del país, so riesgo de avivar aún más la terrible hoguera de conflictos que nos consume.
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