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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Las lecciones de la reconstrucción”
“La falla de diseño más importante de la institución es que nació como coordinadora y facilitadora del financiamiento, pero sin mandato explícito para ejecutar, debiendo depender, por tanto, de los ministerios, gobiernos regionales y municipalidades...”
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Me correspondió desempeñarme como el primer director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), periodo en el que se diseñó el Plan Integral para la Reconstrucción (PIRC) y se implementaron las primeras acciones de emergencia. Ya para entonces, algunos de los problemas que plagarían el accionar de la ARCC resultaban evidentes.
La falla de diseño más importante de la institución es que nació como coordinadora y facilitadora del financiamiento, pero sin mandato explícito para ejecutar, debiendo depender, por tanto, de los ministerios, gobiernos regionales y municipalidades, con todas las dificultades que ello planteaba en términos de capacidades instaladas y celeridad de los procesos. Precisamente el enfrentamiento que tuve con algunas autoridades regionales por su dilación en la puesta en marcha de los proyectos devino en mi salida de la ARCC después de cinco meses.
Conviene recordar que el PIRC original asignó un papel más activo a los ministerios, planteándose reforzar su gestión con la contratación de Oficinas de Gestión de Proyectos (PMO) que facilitaran la implementación de las iniciativas más complejas. Este enfoque fue posteriormente desechado, optándose, paradójicamente, por incrementar la participación de las instancias subnacionales a pesar de sus demostrados déficits de capacidades y demoras.
Ante el riesgo inminente de una nueva temporada de lluvias, el grueso de los recursos que se transfirieron durante los primeros meses de la ARCC se destinó a la prevención, especialmente para la descolmatación de ríos y construcción de barreras ribereñas. Ello, entendiendo que inmediatamente después de atender esas emergencias se desarrollarían los estudios para los drenes pluviales y las intervenciones integrales en las cuencas y quebradas, con cargo a los recursos reservados para tal fin en el PIRC.
Lamentablemente, dichos estudios no comenzaron a realizarse sino hasta el 2020, cuando finalmente se optó por convertir a la ARCC en una unidad ejecutora. Si bien se trató de un paso en la dirección correcta, las demoras en las preparación de los planes maestros al amparo del mecanismo de Gobierno a Gobierno (GaG) terminaron dilatando plazos y retrasando la ejecución de algunas importantes acciones que podrían haberse implementado de forma inmediata.
La falta de continuidad en su liderazgo es otro de los problemas de fondo que lastró la ARCC. La autoridad ha tenido seis directores ejecutivos en igual numero de años. Solo dos de ellos, Edgar Quispe y Amalia Moreno, lograron superar el año (diecisiete meses el primero y treinta meses la segunda). Difícil impulsar procesos constructivos complejos con una rotación tan alta de personal clave.
Finalmente, considerando la eventualidad de un próximo fenómeno de El Niño, conviene que, para implementar las obras preventivas pendientes, la nueva organización, cuya creación ha sido anunciada por el Ejecutivo, construya sobre lo avanzado, con los expedientes ya preparados y viabilizados en el marco del acuerdo GaG con el Reino Unido. Para ello se pueden acelerar plazos, implementando modificaciones excepcionales al marco vigente, sin vulnerar la necesaria transparencia e idoneidad de los procesos. La urgencia del momento así lo requiere.
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