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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Matando a la gallina”
“Las cifras hablan por sí solas: el sector turismo cerró 2022 con menos de la mitad de ingresos generados en 2019. Apenas recibimos 2 millones de visitantes extranjeros, contra los casi 4.5 millones del mismo año”.
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Las movilizaciones violentas que sacuden el sur del país están matando a la gallina de los huevos de oro, y los perjudicados somos todos los peruanos. En efecto, el sector turismo, uno de los que más empleo generan, ya en la sala de cuidados intensivos como consecuencia del COVID, ahora parece agonizante ante la mirada impasible de las autoridades.
Las cifras hablan por sí solas: el sector cerró 2022 con menos de la mitad de ingresos generados en 2019. Apenas recibimos 2 millones de visitantes extranjeros, contra los casi 4.5 millones del mismo año. Un desastre por donde se le mire, sobre todo considerando que los viajes internacionales están en plena recuperación y que nuestros competidores sí lograron retomar el dinamismo anterior.
La explosión extremista del último mes ha deteriorado aun más la mermada percepción del país, posicionándonos como un destino peligroso y poco acogedor. Las imágenes de los telediarios internacionales que muestran las tomas de aeropuertos, y el terrible drama vivido por cientos de turistas varados en Cusco, Puno y Arequipa nos han causado un terrible daño reputacional que será muy difícil revertir.
Comprensiblemente, los gobiernos de los principales países emisores han advertido a sus ciudadanos sobre los riesgos de visitar el Perú. En consecuencia, no sorprende que se haya cancelado buena parte de las reservas y paquetes internacionales del primer trimestre, con pérdidas que superan los mil millones de dólares, situación que podría agravarse el resto del año.
Además de desplegar una campaña de promoción internacional para recuperar el flujo de visitantes, el gobierno debe abocarse a abordar el problema de fondo: la normalización de la violencia. Y es que, de un tiempo a esta parte, el bloqueo de vías, incluido el acceso a Macchu Picchu, se ha convertido en un mecanismo de presión utilizado por distintos grupos para extraer concesiones del Estado.
Por ello, resulta imprescindible que el gobierno no ceda al chantaje de aquellas minorías violentas que pretenden imponer su agenda en desmedro de miles de familias cuyo bienestar se ve amenazado por la destrucción del turismo, uno de los sectores económicos más dinámicos y de mayor potencial en el país.
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