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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “¡No perdamos otra oportunidad!”
“Se estima que hacia 2030 ninguno de los cuatro principales metales de la transición energética (cobre, cobalto, níquel y litio) alcanzará los niveles de producción requeridos para satisfacer la demanda”.
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Privilegiado con una rica dotación de minerales, el Perú goza de condiciones inmejorables para aprovechar las grandes oportunidades que supone la transición energética en el mundo. Se trata de un hito transformador, que, de mediar las políticas correctas, podría impulsar el crecimiento acelerado y desarrollo de nuestro país, generando bienestar y empleos de calidad en las regiones más pobres y distantes.
La adopción de energías limpias ya viene traduciéndose en un incremento exponencial en la demanda de los metales requeridos para la fabricación de vehículos eléctricos, turbinas, parques eólicos, líneas de transmisión inteligentes, y demás infraestructura que el mundo necesita para frenar el calentamiento global.
Se estima que hacia 2030 ninguno de los cuatro principales metales de la transición energética (cobre, cobalto, níquel y litio) alcanzará los niveles de producción requeridos para satisfacer la demanda. Así, para cerrar la brecha de litio será indispensable triplicar la producción anual, y para agotar el faltante en la oferta de cobre se necesitarán 2.2 millones de toneladas adicionales.
Esta situación le otorga un mayor poder de negociación a los países exportadores que el que han tenido hasta ahora. Ello viene ocurriendo con Indonesia, que ha apalancado su posición dominante como productor de níquel para impulsar el desarrollo en su territorio de actividades de mayor valor agregado como refinerías, plantas de baterías y fabricas de vehículos eléctricos.
Chile, primer productor mundial de litio, ha optado por un camino distinto, tratando de maximizar la captura pública de recursos vía impuestos más altos y el mayor protagonismo de Codelco, la empresa estatal. Ello contrasta con lo que viene ocurriendo en Argentina, donde las autoridades provinciales han adoptado políticas promotoras que, en los últimos tres años, les ha valido compromisos de inversión por casi US$40 mil millones, y cerca de 40 proyectos en cartera.
Si se confirman los hallazgos de Falchani en Puno, el Perú podría convertirse en un productor importante de litio, transformando el triángulo geográfico de ese mineral (Chile, Bolivia y Argentina) en un cuadrilátero. Las 880 mil toneladas de recursos estimados que tenemos podrían rápidamente multiplicarse por varios órdenes de magnitud.
No obstante, la gran apuesta para nuestro país sigue siendo el cobre, metal cuya explotación requerirá inversiones globales por más de US$500 mil millones. El Perú cuenta con un portafolio de proyectos de calidad, con leyes relativamente altas y la envergadura necesaria para atender parte importante de la creciente demanda mundial que se avizora.
Sin embargo, para poner en valor esas iniciativas, resulta fundamental que el Gobierno avance en dos frentes. En primer lugar, debe atenuar la creciente conflictividad social, principal obstáculo para el desarrollo de los proyectos, asegurando que los ingentes recursos del canon generen mayor beneficio para las poblaciones locales. En paralelo, resulta urgente que desmonte el complejo andamiaje regulatorio de trámites y permisos que han proliferado en detrimento de la inversión.
De ello dependerá que no volvamos a perder otra oportunidad.
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