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[Opinión] Patricia Teullet: Salud en crisis, ¿hasta cuándo?
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Gloria vive en Ocrospata, un pequeño pueblo en Huánuco. Hace unos años comenzó a tener fuertes dolores de cabeza, ante lo cual tomaba analgésicos que cada vez hacían menos efecto. Un día, hace tres años, convulsionó. Solo pudo atenderse en la posta (no hay hospital cercano) y la enviaron con referencia a Lima. Las convulsiones eran cada vez más seguidas y, ante la desesperación, la familia logró reunir dinero para que la atendieran en una clínica particular donde le hicieron una resonancia y le detectaron un tumor que debía ser operado de inmediato. Le recetaron medicamentos más fuertes para el dolor y las convulsiones.
Volvieron a Huánuco para que le pudieran hacer una referencia y conseguirle cita en Neoplásicas a través del SIS. El problema era conseguir cita, exámenes y cama. Casi cada día era necesario preguntar si ya “había cama” disponible. Finalmente se consigue, el médico opera y extrae el tumor. Casi de inmediato empieza la pandemia y, sin poder hacer seguimiento, Gloria vuelve a Huánuco. Ahora, que aún tiene dolor, tiene que hacerse una nueva resonancia. Buscando cita desde octubre, por fin la consigue para el 11 de enero. Para atenderse viene nuevamente de Huánuco a Lima y, al llegar a su cita, encuentra un cartel que dice que la máquina está fuera de servicio. Ningún aviso previo, nada que le evitara el costo de un viaje que difícilmente puede afrontar. Cuando pregunta a la asistente y pide una reprogramación, la respuesta es que no saben cuánto tardarán en reparar la máquina y, por lo tanto, no pueden hacerla. Días después vuelve a ir y ya no está el aviso, pero le informan que no tienen la sustancia requerida para hacer el contraste. Solo debe esperar y ya le avisarán.
Hace unas semanas conté el caso del jovencito que murió de leucemia sin tener siquiera oportunidad de que le hicieran los exámenes que requería. No son casos aislados; son ejemplos. Las colas en los hospitales están llenas de casos, cada cual más dramático, de personas que requieren atención médica y no la reciben. No hay medicamentos y las personas deben salir a comprarlos si necesitan seguir un tratamiento. Es cierto que nuestro sistema de educación está atrasado, pero es en nuestro sistema de salud donde más crudamente se manifiestan la ineficiencia del Estado y la desigualdad en nuestro país. Peor aún, habiendo recursos.
Este tipo de situación deviene eventualmente en protestas; es comprensible. Pero lo irónico de las manifestaciones violentas que están afectando al país es que no solo impiden la atención de enfermos que lo requieren, sino que incluso atacan ambulancias y son, finalmente, para reivindicar a un gobierno acusado de robar y que se apropiaba de fondos que debían estar destinados a atender las necesidades de la población, entre ellas, la de salud.
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