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[OPINIÓN] Rafael Belaunde Llosa: “Dar batalla por nuestro desarrollo”
Estamos en recesión, pero no deberíamos estarlo. Nos hemos empobrecido cuando deberíamos estar cabalgando a la prosperidad creciendo al 5% o 6%, destruyendo la pobreza, expandiendo la infraestructura y conquistando nuestro futuro.
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La pobreza aumenta, los sueldos caen, el empleo desaparece. Tras un largo proceso de desaceleración y posterior contracción de la inversión privada, llegó la recesión económica. Lo patético es que esta recesión no es producto de ninguna crisis internacional o caída en el precio de nuestras exportaciones, sino que es gratuita, autoinfligida, fina cortesía de nuestra corrupta e incompetente clase política.
Estamos en recesión, pero no deberíamos estarlo. Nos hemos empobrecido cuando deberíamos estar cabalgando a la prosperidad creciendo al 5% o 6%, destruyendo la pobreza, expandiendo la infraestructura y conquistando nuestro futuro.
Tenemos todo para lograrlo, empezando por el espíritu emprendedor y transformador del peruano, pasando por la infinidad de proyectos de inversión en materia de infraestructura, irrigaciones, trenes, puertos y una enorme (aunque potencial) riqueza minera.
A diferencia de otras actividades, la minería requiere inversiones multimillonarias para transformar el material que yace en el territorio en mineral comercializable. A primera impresión, conseguir ese enorme financiamiento debería ser la principal limitante para poner en valor nuestro enorme potencial minero, pero la realidad es que financiamiento para proyectos mineros en el Perú abunda. La gran limitante para hacer realidad los más de 40 grandes proyectos mineros del Perú (que generarían más de US$53 mil millones de inversión) es la idea falsa en el ideario de un sector de la población de que la minería contamina el medio ambiente y envenena a las personas.
La minería moderna y formal es absolutamente compatible con el cuidado del medio ambiente y la salud de las personas, así como complementaria con otras actividades como la agricultura. Ejemplos en el mundo abundan y estudios en el Perú, como por ejemplo en el caso de Conga o Tía María, lo confirman. Lamentablemente, ninguna cantidad de evidencia logrará convencer a un fanático antiminero ni persuadir a quien medra política o económicamente del activismo antiminero. Por eso, para ganar la batalla por la prosperidad del Perú y poner en valor nuestra riqueza minera, debemos ganar la aprobación de la población.
Ello implica, por parte de las empresas, hablar y persuadir con la verdad, entrar en el debate de las ideas, ganar la calle, así como conducirse con los más altos estándares de calidad (de gobierno corporativo). Por parte del Estado (quien, vía impuestos, se lleva casi la mitad del beneficio económico), generar las reformas que aseguren un mejor uso de la renta minera, individualizando los beneficios, empoderando y democratizando el uso de los recursos y estando mucho más presente vía servicios públicos, infraestructura, salud, educación, justicia y seguridad en las zonas de influencia minera. Obviamente la minería no resuelve todo, pero sí es una de las batallas fundamentales que debemos ganar si queremos vencer a la pobreza y conquistar nuestro desarrollo.
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