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[OPINIÓN] Rafael Belaunde Llosa: “Un fracaso más sí importa”
Para ello, el consenso político, a través del trabajo de una bancada congresal competente y comprometida con las reformas, es fundamental.
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Las próximas elecciones generales, a llevarse a cabo (¡en principio!) en 2026, serán las más trascendentes desde 1990.
Al comenzar la década de los noventa, la viabilidad del Estado peruano, como un organismo capaz de actuar en favor de la colectividad, veía -entre bombas y paquetazos- sus horas más oscuras. Costó sangre, sudor y lágrimas pacificar el país y recomponer los fundamentos macroeconómicos.
Es indudable lo mucho que hemos avanzado desde entonces y a lo largo de diversos gobiernos, tanto en términos de desarrollo económico, social como en cuanto a la presencia del Estado; sin embargo, está claro que aún queda mucho por hacer y que, ante la ausencia de reformas, hemos llegado a un límite “asíntotal” que restringe el crecimiento y limita nuestro desarrollo.
La reivindicación del ciudadano y los derechos del consumidor, promover la formalización y una mayor competencia, desconcentrar mercados sensibles como el financiero, el de medicamentos, el de seguros y fondos de pensiones, están entre los temas más urgentes de la agenda pendiente.
Abordar estos asuntos demandará un importante paquete de reformas. Para ello, el consenso político, a través del trabajo de una bancada congresal competente y comprometida con las reformas, es fundamental. Otros aspectos esenciales de la agenda pendiente son el retomar el crecimiento de la inversión privada, así como desplegar un ambicioso programa de infraestructura que tenga, en el aumento de la productividad y la inclusión de los peruanos al mercado, sus pilares centrales.
Para que esto sea posible, lo primero que debemos de resolver es el caos político en que vivimos desde 2016 y que ha terminado por arrastrar al país a una severa recesión económica. Debemos, por lo tanto, persuadir al elector para obtener de él un gobierno con un mandato popular claro y sobre este trabajar en un consenso programático con diversas tiendas políticas.
Por lo tanto, la claridad de ideas y convicción en las políticas a aplicar es indispensable, así como el pragmatismo suficiente para entender que los dogmas y prejuicios ideológicos no conducen a nada y que la discusión de más Estado o menos Estado debe dar paso al consenso por mejor Estado para más peruanos. Más y mejor salud, educación, seguridad e infraestructura deben ser los ejes centrales de un amplio consenso nacional.
Fracasar en este emprendimiento deja abierta la posibilidad de que nuevamente se produzca la llegada de un gobierno aventurero e improvisado, que instrumentalice el odio y la división entre peruanos como mecanismos de política de Estado, erosione los fundamentos de nuestra economía, acelere el proceso de descomposición económica, espante la inversión y condene a las generaciones venideras al atraso y frustración. Es mucho lo que está en juego, como para padecer un quinquenio empobrecedor más.
A diferencia del vals de Juan Mosto, inmortalizado por Lucha Reyes, en este caso un fracaso más sí importa.
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