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[Opinión] Richard Arce: Blanquitos versus indios
Esta semana que pasó, la noticia continúa siendo los escándalos de corrupción en los que está metido el Gobierno, ahora con el agravante de tener también a la familia directa del presidente en presuntos favorecimientos y direccionamientos de licitaciones a empresas de dudosas reputación.
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Esta semana que pasó, la noticia continúa siendo los escándalos de corrupción en los que está metido el Gobierno, ahora con el agravante de tener también a la familia directa del presidente en presuntos favorecimientos y direccionamientos de licitaciones a empresas de dudosas reputación.
Pero es innegable no resaltar la controversia generada con la retención de los periodistas de Cuarto Poder, que incluye la coacción para leer un mamotreto de comunicado, que ofende el honor de cualquier periodista y evidencia extorsión. Lo concreto es que se ha cometido una grave y peligrosa vulneración de los derechos de los periodistas detenidos y hay evidencias de ilícitos penales.
Mi posición siempre va ser de defensa de los intereses de las comunidades campesinas e indígenas, por evidentes razones, que incluyen mis orígenes. Pero, con objetividad, no pretendo romantizar y menos generar privilegios a nadie, parto de la premisa de que todos somos iguales ante la ley.
Recuerden bien que nunca se puede permitir un estándar más bajo de respeto a los derechos humanos; sería un paternalismo absurdo y peligroso, además que en el fondo se les haría mucho más daño a las justas reivindicaciones históricas de los pueblos originarios. Hay que empezar por entendernos interculturalmente, para ello, primero hay que conocer sus usos y costumbres antes que imponer.
Lecciones aprendidas. Todas las comunidades originarias no deben violentar derechos humanos, principios de la Constitución y la legislación vigente. En nuestras relaciones sociales, todos los peruanos tenemos que ser más tolerantes y respetuosos, de ambos lados, sin desconocer la identidad cultural de cada pueblo.
Se tiene que condenar cuando hay delitos –aquí los hubo– y debemos ser enfáticos más allá del romanticismo o la consigna de utilizar una vez más a las comunidades como “caballito de batalla” en este escenario de contradicciones.
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