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[Opinión] Richard Arce: “La segunda toma de Lima”
“Más allá del nombre rimbombante (...) se debería ver el problema de Puno con prioridad (...)”.
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Se anuncia en redes sociales y algunos medios informativos la “Segunda Toma de Lima”, la movilización de ciudadanos desde la región de Puno, que, por cierto, se mantiene aún en protesta y manifestándose hasta el día de hoy.
Más allá del nombre rimbombante, que genera temor por la violencia desatada en enero cuando se tuvo la primera “Toma de Lima”, se debería ver el problema de Puno con prioridad y como una oportunidad para que los reflectores enfoquen los problemas subyacentes de la región del altiplano, que reclama la presencia del Estado.
No es casual la participación del gobernador regional, mi tocayo Richard Hancco, quien abiertamente ha hecho suyo el pliego petitorio de la protesta en Puno, que incluye el adelanto de elecciones, la disolución del Congreso, la renuncia de la presidenta e inclusive la convocatoria a una asamblea constituyente.
Las consecuencias de esta medida, prolongada en las manifestaciones de protesta, ya tiene efectos graves en la economía de la región. El solo hecho de haber suspendido la fiesta de la Virgen de la Candelaria es un perjuicio irreparable para el sector turístico que ya estaba haciendo estragos con la pandemia.
Súmenle los problemas de contaminación de la cuenca de los ríos Ramis y Coata, además de la minería ilegal en La Rinconada, que es tierra de nadie y el contrabando y el narcotráfico por ser una zona fronteriza y estratégica.
Habría que recordar que la “Toma de Lima” ya se hizo hace 30 años, cuando residentes puneños conquistaron Lima a través del comercio y el emprendimiento. Basta ver a los migrantes de Unicachi, para entender el poder económico que hoy tienen, fruto del esfuerzo y trabajo de miles de puneños, que vinieron a Lima buscando un futuro mejor para sus familias.
Dejemos esa perversidad de vernos como enemigos. Si nuestros hermanos de Puno vienen a tomar Lima, son bienvenidos. El Gobierno debería recibirlos para tender un puente de diálogo. Es tiempo de priorizar las atenciones a esta región emblemática.
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