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[Opinión] Sandra Belaunde: Tantas veces Pueblo
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El término populismo tiene varias definiciones, unas positivas, otras no. Me quedo con la conceptualización ideacional que permite obtener mediciones empíricas y comparativas del populismo. Esta conceptualización es utilizada por muchos académicos en todo el mundo y es la base del libro El enfoque ideacional de populismo, de Kirk Hawkins y Cristóbal Rovira. “La definición ideacional reduce al populismo a un discurso político que plantea una lucha cósmica entre la voluntad del pueblo -que no es toda la población- y una elite conspiradora”, explican los autores. La visión populista es binaria, unos son buenos, los otros tienen que ser malos; el pueblo y el antipueblo.
Para el libro, se revisaron varios discursos de políticos en Latinoamérica que fueron codificados de tres maneras: Poco o ningún populismo (0), Populismo moderado o inconsistente que habla de la voluntad popular y la élite conspiradora (1) y Populismo fuerte y consistente que las menciona de manera más consistente y que, además, lo hace con un tono batallador (2). La comparatividad geográfica e histórica de esta conceptualización ha permitido llegar a evidencia sobre las características, causas y consecuencias que tiene en políticas públicas.
Para empezar, el Populismo es flexible, versátil y muy adaptable. No tiene ideología, puede darse tanto en la derecha como en la izquierda. Se fortalece cuando las democracias no son sólidas y fallan continuamente, en países de alta corrupción y desigualdad; e irónicamente estas con características que se refuerzan después de un gobierno y un congreso populista. Se habla mucho de legitimidad y poco de legalidad. Se debilitan los contrapesos institucionales, lo cual desgasta a la democracia. Puede generar gran entusiasmo, pero crea muchos problemas de gobernabilidad.
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