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[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La crisis del capitalismo democrático”
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Una preocupación que se viene discutiendo en reuniones de organizaciones civiles democráticas de la región es la amenaza de que se quiebre la confianza en la relación positiva que existe entre capitalismo y democracia, mientras aparecen proyectos autoritarios de derecha y de izquierda que se vuelven opciones políticas viables para los ciudadanos.
Esta preocupación por el futuro de la democracia y del capitalismo es abordada en un proceso brillante y sencillo de reflexión por uno de los analistas económicos más importantes de la prensa internacional, Martin Wolf en su libro La crisis del capitalismo democrático, que desde hace unos días está disponible en español.
Wolf apunta que tras el colapso de la Unión Soviética, el capitalismo democrático occidental pareció triunfar definitivamente, pero hoy ese sistema atraviesa una crisis profunda. Alerta que hay un desmoronamiento de las democracias y un auge del autoritarismo, y que ya no somos capaces de combinar el funcionamiento de la economía de mercado con una democracia estable.
También señala que incluso con sus tensiones y todos sus defectos, el capitalismo democrático sigue siendo el sistema político y económico más exitoso de todo el mundo y el único capaz de proporcionar al mismo tiempo libertad y prosperidad, por lo que su tesis es que se debe encontrar un nuevo equilibrio entre la economía de mercado y la política democrática, si queremos que la democracia liberal sobreviva. Este nuevo equilibrio no pasa por recrear una sociedad desde cero o destruir lo anterior como pretenden los populistas, sino que consiste en reconstruir sobre los cimientos.
Para ello nos hace recordar los cimientos del capitalismo y de la democracia liberal. Al primero lo precisa como una economía en la que los mercados, la iniciativa privada, la competencia y la propiedad privada desempeñan papeles centrales. Y siguiendo la definición del reconocido politólogo Larry Diamond, cita que la democracia liberal tiene cuatro elementos esenciales: elecciones libres e imparciales, participación de los ciudadanos en la vida cívica, protección de los derechos civiles de todos los ciudadanos por igual y un Estado de derecho que obligue por igual a todos los ciudadanos. Wolf agrega que para que un sistema de democracia liberal funcione, los conciudadanos deben estar dispuestos a tolerar las opiniones con las que discrepan, y de este modo entiende a este sistema como intrínsecamente pluralista y preocupado por los derechos de las minorías. Algo muy lejos de lo que representa, por ejemplo, el proyecto de Milei en Argentina, quien está decidido a aniquilar la cordialidad cívica y la tolerancia a las opiniones discrepantes, como bien ha observado el economista Roberto Cachanosky como prueba del antiliberalismo de Milei. “El liberalismo no es solo hablar de bajar impuestos es tolerar opiniones diferentes”, ha resaltado Cachanosky.
Y en el Perú es una amenaza tanto esa izquierda empobrecedora que ataca el capitalismo como la derecha deshumanizante que ataca la democracia liberal. Basta mirar hoy a buena parte de los defensores del mercado enfrascados en una sistemática campaña contra grupos vulnerables y las personas transgénero.
Por ello, recomiendo este libro, lo van a encontrar esperanzador aun cuando empieza hablando del pesimismo. Y lo hace de forma deliberada porque el capitalismo democrático está en crisis, pero no es una causa perdida. Hay que ser pesimistas para reconocer ahora el peligro y ver el escenario que viene si seguimos así con una izquierda empobrecedora y una derecha deshumanizante; pero hay esperanza, aún se está a tiempo de salvar la relación entre economía de mercado y democracia. Y como concluye Wolf, el rol de la ciudadanía es una idea simple, pero poderosa para evitar que la luz de la libertad vuelva a desaparecer del mundo.
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