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Pandemia burocrática
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Llama la atención ver cómo algunos líderes de opinión mantienen una visión binaria sobre los problemas que se desprenden de la pandemia del COVID-19, llegando a sugerir que es preferible dejar que se hundan los mercados, con tal de intentar evitar –sin garantía– una mayor cantidad de contagios.
El problema es que se ignora que “el mercado” no es un lugar que se puede clausurar a voluntad, sino que es un mecanismo de cooperación social en el cual participamos los individuos de forma voluntaria, para poder producir e intercambiar bienes y servicios que satisfagan las diversas necesidades existentes. Es decir, el mercado somos todos.
Así, restringir indefinidamente la economía, y en consecuencia los mercados, implicaría imponernos restricciones para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, medicina, servicios básicos, material de oficina, vestimenta, repuestos de vehículos, etc. También, dificultaría que nos ganemos la vida ofreciendo nuestras habilidades y/o productos al mejor postor.
Si bien se anunció el reinicio parcial de ciertas actividades, se espera que la carga burocrática creada para garantizar estándares de sanidad sea elevada y termine afectando a las empresas más pequeñas. Sin embargo, como el mercado nunca desaparecerá, por ser inherente al ser humano y los costos de formalidad se incrementarán, la informalidad terminará repuntando en el corto plazo.
Para evitar ello, debemos replantear las estrategias seguidas hasta el momento y empezar a aprender de los países que lograron aplanar la curva de contagios sin tener que dinamitar la economía. Taiwán, Corea y Suecia, alguna cosa nos pueden enseñar.
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