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Y sigue el desfile
“Es, pues, vergonzoso que el presidente de la República siga manejando los gabinetes para premiar a sus allegados o cómplices”.
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El presidente Pedro Castillo hizo tres cambios ministeriales ayer y no incluyó en la lista al cuestionado Geiner Alvarado, a quien parece estar protegiendo (¿o encubriendo?) a toda costa, ofreciéndole mayor tiempo de blindaje en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.
De acuerdo a los avances de las investigaciones fiscales, en las cuales está incluido este ministro, va quedando claro que lo que antes hacía Juan Silva en el MTC lo hacía también Alvarado en el Ministerio de Vivienda. Dos portafolios que manejan miles de millones de soles y donde anidaron las organizaciones criminales dirigidas, según la tesis fiscal, desde Palacio de Gobierno.
Y en torno a este personaje, al igual que otros involucrados en la red delictiva, se acumulan suficientes testimonios y evidencias sobre actos ilícitos, o por lo menos sospechosos, como para haber sido el primero en salir eyectado de su cargo en este enésimo recambio en el gabinete. No obstante, sordo a las documentadas denuncias que él trata de minimizar, el mandatario lo mantiene en su escritorio, evidenciando de paso que ya se está quedando sin alternativas de reemplazo para cada desguace de puestos en su hueste ministerial.
El desfile de ministros y autoridades designadas por este gobierno no tiene parangón en la historia del Perú. De ahí que los cambios sean recibidos por la ciudadanía sin ningún entusiasmo o ilusión, sino como parte de la rutina castillista. Cada uno peor que el anterior.
Es, pues, vergonzoso que el presidente de la República siga manejando los gabinetes para premiar a sus allegados o cómplices y quién sabe si también para salvaguardar los negocios turbios que la red criminal les encarga a los designados.
Cero meritocracia, profesionales sin trayectoria conocida, improvisados y toda suerte de pillos que, una vez llegados a sus despachos, comienzan a medrar con contratos, puestos de trabajo y licitaciones del Estado, como si se tratase de un derecho adquirido. Tres ministros más que entran, pero un intocable que, pese a las denuncias en su contra, se mantiene atornillado a su asiento, con los cuantiosos presupuestos del sector en sus manos.
Una nueva señal para los incautos que creen que el inquilino de la Casa de Pizarro aún puede corregir el rumbo.
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