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Pequeñas f(r)icciones: Almagro y la distancia debida
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La reciente visita del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, no solo ha dejado una estela de vinos descorchados, platos vacíos y manteles grasientos, sino una molestia, un fastidio generalizado entre los peruanos. Y es que, aunque los peruanos tenemos tendencia a creer incluso en las promesas electorales, no dábamos crédito de las palabras que Almagro había lanzado a la posteridad ni bien pisó suelo peruano: “Vimos al presidente comprometido con la mejor gestión de la agricultura para que la misma sea una respuesta nacional dentro del Perú, pero también dentro del propio hemisferio”. Considerar que este gobierno pueda liderar la gestión agrícola en la región, cuando no ha podido importar media bolsa de urea en favor de los agricultores locales no solo era deformar la realidad, sino, prácticamente, invertirla. Sin duda, el embajador se había equivocado de palabras, de país, de presidente.
Pero, ¿por qué el señor Almagro no podía ver la realidad? ¿El filtro de la diplomacia podía llegar a tanto? La explicación, cruda y dura, la ha dado el reconocido semiólogo y politólogo Tiago Thrafa, autor del best seller “Castillo, ¿cómo entender sus ideas y, sobre todo, cómo olvidarse de ellas?” Para nuestro pesar, Thrafa sostiene que la responsabilidad tiene que ver más con nosotros que con Almagro. A continuación, reproducimos un segmento de su artículo:
“Enredados en las minucias de la cotidianidad, envueltos en el vértigo de las noticias el día a día, los peruanos, admitámoslo, no somos testigos confiables de nuestra realidad. No, no lo somos. No lo podemos ser. La verdad es dura, pero tenemos que aceptarla. Nos falta perspectiva para opinar sobre nuestra realidad, sobre nuestro país, sobre nuestros gobernantes. No tenemos la distancia debida.
Que el precio del limón haya subido no le da derecho al ama de casa a decir que, por ejemplo, el precio del limón ha subido. No puede hacerlo. No debe hacerlo. Es, admitámoslo de nuevo, un razonamiento demasiado simple, demasiado inmediato, sin ninguna perspectiva. De similar manera, que en poco más de un año el gobierno de Castillo, 72 emprendedores peruanos, la mayoría de buen corazón, hayan juramentado como ministros de Estado puede hacer pensar que estamos en una constante crisis política. Pero no. Por más cartesiana que nos parezca esa conclusión, es una visión limitada porque para opinar, nos falta, otra vez, la debida distancia, el espacio-tiempo que nos debe separar de los hechos en cuestión.
Entonces, ¿quién tiene la capacidad de dar escrupulosa cuenta de los hechos y ponerlos en su real dimensión? El otro, la mirada del otro, del distante, del extraño, del que no está contaminado del aire añejo de la convivencia. Por ello es que fue tan reveladora y oportuna la presencia del secretario general de la OEA. Almagro llegó a nuestro país en una visita que, como ya resulta obvio, no podemos valorar por su cercanía. Sin embargo, si algo podemos decir de ella, es que ha sido una visita de suma importancia para que los peruanos nos quitemos la venda de los ojos.
Almagro, como buen diplomático, no ha sido directo con nosotros, no nos ha reprochado nuestra lectura equivocada de los hechos, simplemente nos ha mostrado el camino. Ya el año pasado había dado una buena pincelada de la real naturaleza del gobierno de Castillo. “Hemos visto al presidente con una determinación importantísima en combatir la corrupción, fundamentalmente la corrupción que pueda haber en un entorno de Gobierno y durante su gestión”, había dicho. A los peruanos, que acabábamos de descubrir que Castillo se reunía con proveedores del Estado en una casa del jirón Sarratea y que su entorno más cercano estaba relacionado a la corrupción, el discurso de Almagro nos sonó irreal. Grave error nuestro”.
Complementamos el texto de Thrafa con una pequeña entrevista telefónica que nos concedió el reconocido embajador Almagro.
-Señor Almagro, como usted ya debe saber, algunas personas lo han criticado por sus declaraciones a favor del presidente Castillo.
-Yo no he declarado a favor ni en contra de nadie. Yo solo he dado mi punto de vista. Siempre es buena la mirada de alguien de afuera.
-Sí, eso nos han dicho, pero, entonces, según usted, ¿cuál es el retrato que debemos tener del presidente?
-Castillo es un verdadero estadista en crecimiento. Es como el inca que buscaba lo mejor para los cuatro suyos.
-¿Tanto así?
-Claro, inclusive hasta para los que no son suyos.
-¿Y la gestión en agricultura?
-Tiene que dar sus frutos. Después de todo, estamos hablando de agricultura.
-¿Y qué hay de la lucha contra la corrupción?
-La lucha contra la corrupción es total. Si lo ve bien, se trata de un gobierno transparente.
-Por supuesto, no ve que apenas se le ve.
En resumen, Thrafa y Almagro están de acuerdo en que hemos sido innecesariamente duros con el gobierno de Castillo. Sin embargo, con todas las denuncias que se presentan a diario contra el presidente y su entorno, es difícil mantener la distancia. En tal sentido, nos convendría que Almagro nos visite con más frecuencia.
Pero, ¿cuándo volverá este señor embajador, este diplomático mayor? ¿Cuándo podrá regresar y decirnos, además de la lucha contra la corrupción y la gestión agrícola, en qué otra área viene descollando el gobierno de Castillo? Todo indica que va a tomar un poco más de tiempo. De acuerdo a la prensa internacional, el buen Almagro es investigado por mantener una relación indebida con una asistente 20 años menor que él. Hasta donde se conoce, el secretario general de la OEA ha dado una serie de consideraciones y de descargos, pero estos no pueden ser tomados en serio. Está demasiado involucrado. No puede ver su realidad. Al pobre le falta la distancia debida. Una pena.
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