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Piensan como marxistas (y no lo saben)
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Funcionarios de Educación me contaban ayer que la gran infiltración de rojos en ese ministerio se dio con la humalista Patricia Salas. El fenómeno bajó algo con los ministros siguientes, pero ese rojerío en la alta burocracia regresó con fuerza con la ministra Flor Pablo (que, a su vez, fue antes directora nacional de Educación Primaria con Salas). Me dicen que el actual Benavides no es de esa onda, pero que tiene que lidiar con ese virus rojo que le dejó Pablo en el ministerio, que es aquel que mete mensajes marxistas en videos escolares.
Es que los marxistas han tenido un gran éxito al lograr que muchos utilicen sus paradigmas (lucha de clases, estructuras, dominación) para razonar en todo. Ayer una estimada colega escribía en EC que determinadas lenguas habían sido impuestas a la población por “estructuras de poder”, que el lenguaje es una de las “herramientas de discriminación” y que el hablar correctamente el castellano es algo propio de “grupos de poder” que se lo imponen a los demás. Más marxista no puede ser ese análisis, ¿o no? ¡Aberrante cómo el marxismo le come el coco a la gente! “Grupo de poder” es más bien ese feminismo extremo que busca obligarnos a usar “todos y todas” o “ciudadanos y ciudadanas” (acudan a la RAE: Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos).
Ya saben, su hijo le responderá que usted le está “excluyendo y discriminando lingüísticamente” -además de servir a la “estructura de poder” y a ese “castellano estándar” que es su “herramienta opresora”- la próxima vez que le corrija por decir “supistes”, “en denantes”, “dentre”, “haiga” o “en mi delante”.
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