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Populismo congresal
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Populismo implica aprobar o promover proyectos que parecen ser beneficiosos, pero no lo son, causando perjuicios a mediano o largo plazo, impactando en la institucionalidad y caja fiscal. El populismo se aprovecha del COVID-19 y de la aprobación cortoplacista.
La población no se opondrá a no pagar peajes y sin peajes no hay mantenimiento de carreteras. El incumplimiento contractual derivará en arbitrajes e indemnizaciones que el Estado deberá pagar.
El control de precios “parece conveniente” (?); la experiencia demuestra que genera acaparamiento y aumento de precios, en lugar de más competencia y abrir canales alternativos de distribución.
El impuesto a la solidaridad afecta a los “ricos”, ahuyentando la inversión.
La suspensión de pagos e intereses impacta en el sistema bancario, encarece el crédito, afectando la sobrevivencia de entidades financieras e impactando en los ahorristas.
Estas y otras iniciativas sin evaluación técnica, sin debate en comisiones ni análisis costo-beneficio generan propuestas que, en vez de aportar la solución de problemas nacionales, coadyudan a complicar el escenario político y económico. Mejor calidad que cantidad de leyes y evitar propuestas fracasadas del pasado. El populismo podría esconder conflicto de intereses de congresistas desconectados de la realidad del país pero conectados con sus propios intereses.
El cambio constitucional y de modelo económico generó los recursos y excedentes para atenuar el impacto del COVID-19. El problema no es el modelo, sino la gestión, el uso ineficiente de excedentes y la falta de inversión pública teniendo los recursos. La pandemia evidenció ello, el Gobierno debe enfocarse en tareas de su incumbencia.
Los prejuicios ideológicos también parecen alimentar el populismo y nos hacen parecer una república bananera.
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