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Más sobre el fin de ciclo…
“Estoy en desacuerdo con el grado en que The Economist relativiza los problemas de exceso de deuda y sobrevaluación de activos que a mi entender serán determinantes de la duración y seriedad de la próxima recesión que se avecina”.
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“A Felipe Morris, economista e inversionista, reflexivo y con suerte”.
En 2003, el Nobel de Economía Robert Lucas lanzó un mensaje importante a los asistentes a la Asamblea Anual de la American Economic Association. Se lo resumo: “La estabilidad de los agregados monetarios y el gasto nominal en EE.UU. de posguerra son una de las principales razones de la estabilidad del PBI durante estos años, en comparación con el periodo entreguerras… esta estabilidad es un logro de los economistas keynesianos y monetaristas que guiaron la política económica durante estos años”. (Prioridades macroeconómicas).
Afirmación contundente e inaudita, viniendo del paladín de la Escuela de Chicago, defensora a ultranza del libre mercado y, en general, contraria a las políticas anticíclicas, sobre todo las llamadas keynesianas consistentes en el activismo del gasto público para combatir la recesión. Para muchos fue una especie de armisticio entre monetaristas y keynesianos. En su segundo mensaje, Lucas exhortaba a los gobiernos a que no insistan en mejorar las políticas anticíclicas –lo que sabemos es ya suficiente–, además los beneficios incrementales son de menor orden de magnitud; en su lugar, les sugiere que concentren sus esfuerzos en políticas de oferta (supply-side), como la eliminación de distorsiones (de todo tipo, no solo tributarias) y la formación de capital humano, porque de ahí sí que se puede sacar rédito considerable.
Los datos, sin duda, respaldan la afirmación de Lucas. Para ilustrarlo rescato lo que dije en mi columna de hace dos años titulada “Fin de ciclo”: en los EE.UU., según los registros del National Bureau of Economic Research, la duración promedio de las expansiones ocurridas entre 1854 y 1919 fue 26 meses, en tanto que las correspondientes al periodo 1919-1945 promediaron 35 meses, y las transcurridas entre 1945 y 2007, 58 meses. Es decir, las políticas anticíclicas han logrado prolongar la fase ascendente del ciclo de 26 a 58 meses. Y también han conseguido acortar la fase descendente o recesiva de 21 a 11 meses en promedio.
Resulta que el actual ciclo expansivo del PBI, que se inició en junio de 2009 y que por lo tanto acaba de cumplir 121 meses, sobrepasa ya por un mes al récord previo de 120 meses (1991-2001); razón por la cual la revista The Economist se pregunta esta semana ¿Cuánto más puede durar la expansión económica actual? Su respuesta es ecléctica: puede prolongarse, pero ojo que los gobiernos han agotado la “despensa” de estímulos para combatir la presión recesiva de la guerra comercial actual. El factor principal que explicaría por qué la expansión ha sido tan larga radica: en el mayor peso (a) de los servicios en el PBI; (b) de la Propiedad Intelectual en la inversión total; y (c) de las “cadenas de suministro” transnacionales en la producción; ya que estos factores habrían restado relevancia a los ciclos de los inventarios y la inversión que en el pasado eran causantes de recesiones.
Comparto estos argumentos, pero estoy en desacuerdo con el grado en que The Economist relativiza los problemas de exceso de deuda y sobrevaluación de activos que a mi entender serán determinantes de la duración y seriedad de la próxima recesión que se avecina.
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