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¿Qué hacer frente al populismo?
“Según Rajan, son tres pilares los que sostienen a una sociedad: el político, el económico y el sociológico. Cuando se desnivela la evolución de alguno de los tres, la sociedad entra en crisis”.
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Raghuram Rajan es un economista muy perceptivo y valiente. Catedrático de la Universidad de Chicago, exgobernador del Banco Central de la India, y ahora en la lista de favoritos para presidir el Banco de Inglaterra a pesar de no ser británico. En 2005, fue uno de los ponentes en una conferencia de banqueros centrales para rendir homenaje a Greenspan, que cesaba como presidente de la FED después de dos décadas. Como suele ser costumbre en estas ocasiones, todas las ponencias fueron laudatorias; todas salvo la de Rajan, que no titubeó en señalar la acumulación de riesgos que había traído la desregulación financiera: titularización de hipotecas basura y burbuja inmobiliaria. Tres años después, la crisis le dio la razón.
Ahora Rajan nos regala el libro El tercer pilar, en el que desgrana el resurgimiento actual de populismos de derecha e izquierda, y presenta una propuesta creativa para poner a salvo la economía de mercado.
Según Rajan, son tres pilares los que sostienen a una sociedad: el político, el económico y el sociológico. Cuando se desnivela la evolución de alguno de los tres, la sociedad entra en crisis y eso es lo que estaría ocurriendo ahora. La prosperidad occidental desde la Segunda Guerra Mundial se ha sustentado en avances en los tres pilares: democracia, economía de mercado y Estado de bienestar. En las últimas tres décadas, no obstante, la globalización y la tecnología de la información han dado primacía al pilar económico, dejando atrás al pilar sociológico en las sociedades avanzadas, digamos los países de la OECD. Lo explico. Si bien la globalización ha mejorado el crecimiento en todo el planeta, sacando de la pobreza cada año a cientos de millones de personas en los países en desarrollo, con China a la cabeza; el mercado global, empero, ha puesto a competir a los trabajadores industriales de los países avanzados con sus contrapartes de los emergentes. De tal suerte que, hacia adentro de los países de la OECD, el reparto de la prosperidad ha sido disparejo; en términos relativos, las zonas industriales se han pauperizado cuando el resto del país prosperaba.
Ni la acción de los gobiernos ni la movilidad laboral han sido capaces de contener la brecha social interna. La secuela ha sido que los habitantes de las zonas en declive se han radicalizado hacia posiciones populistas: xenófobas por la derecha, antisistema por la izquierda y proteccionistas en ambos casos. De ahí, no es de extrañar que en las elecciones se haya producido lo que Rodríguez-Pose llama “la venganza de los lugares que no importan”. El artículo de El País “La Europa del descontento” describe cómo sendas ciudades de Francia, Italia y Polonia, en el pasado bastiones de izquierda, han optado por alcaldes de extrema derecha. Algo parecido explica la victoria de Trump en el “rust belt”. La pérdida de cohesión social ha cambiado el equilibrio de fuerzas políticas poniendo el fiel de la balanza en contra de la economía de mercado.
¿Y qué hacer? Para Rajan, la solución está en el fortalecimiento de las comunidades y gobiernos locales en las zonas afectadas para que puedan atraer nuevas actividades económicas y mejorar la preparación de sus ciudadanos. El rol del gobierno central consistiría en apoyar a estas comunidades con el financiamiento y la supervisión que sean necesarios.
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