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Ricardo Lago: Los que trabajamos por el Perú (cuarta parte)
“Era evidente que Hurtado no tenía intención de asistir, que había convocado la reunión para que Hardy y yo entregáramos el mensaje: o el Plan Hurtado o nada”.
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A tres días del plan del 8 de agosto del 90, Hurtado Miller nos convocó a mi colega del FMI y a mí a una reunión con los ministros de la producción para que explicáramos qué se esperaba, desde los organismos, que el gobierno pusiera en marcha.
En realidad, Hurtado ya sabía que estábamos de acuerdo con el programa que había armado su equipo, por lo que interpretamos la convocatoria como un ejercicio para convencer a algún ministro díscolo de la necesidad de salvaguardar el programa en su totalidad; estaba claro que había un sector dentro del gabinete que trataba de tumbarse el plan promoviendo un enfoque gradualista y la permanencia de subsidios, para lo cual, en verdad, no había dinero.
Un mes antes, los presidentes del BM, FMI, y BID le habían explicado al presidente electo la necesidad de un plan de ajuste macroeconómico “de golpe” como base para estabilizar los precios y buscar una solución al default; el cónclave fue iniciativa de Hernando de Soto, por aquel entonces consejero de Fujimori, quien, además, había incorporado a Carlos Rodríguez Pastor (padre) como asesor para los asuntos financieros. Dicho almuerzo en la ONU marcó un antes y un después en la determinación de Fujimori en cuanto a lo que era necesario hacer. Pero, como dice el refrán inglés, “el diablo está en los detalles” y haciendo números había que, por ejemplo, subir el precio de la gasolina 30 veces y no todos los ministros estaban de acuerdo.
Llegamos a la sede del MEF a las 8 p.m. De un lado de la mesa, los ministros: Pennano (Industria), Sánchez Albavera (Energía), Torres y Torres Lara (Trabajo), Eduardo Toledo (Transporte), Amat y León (Agricultura) y Sotomayor (Pesquería) y, del otro lado, mi colega del FMI, Hardy y yo (por el BM) así como, entre otros funcionarios, Jalilie, recién nombrado vice de Finanzas, y Velarde, a punto de ser director del BCR y que manejaba de facto el Central.
La secretaria nos pidió que comenzáramos, que el premier estaba por llegar… a medida que avanzaba la reunión –acabó de madrugada–, era evidente que Hurtado no tenía intención de asistir, que había convocado la reunión para que Hardy y yo entregáramos el mensaje: o el Plan Hurtado o nada, no había márgenes. Uno de los ministros se opuso al Plan. Velarde y Jalilie fueron tajantes: después del anuncio, vamos a equilibrar la caja cada día, solo habrá plata para lo básico.
La noche en que Hurtado anunció en TV el Plan –rematado con aquel “que Dios nos ayude”– le acompañaban en el estudio diez ministros; faltaron tres.
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