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Yoshiyama
“Entre 1991 y 1996, Yoshiyama hizo tres grandes contribuciones al Perú. Se pueden contar con los dedos los que han realizado una aportación comparable”.
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Fue el rostro conciliador del fujimorismo. Fujimori le cesó como ministro por tres razones: una, quiso tumbarse a Montesinos; dos, había sido el delfín que Fujimori ya no necesitaba porque quería reelegirse; y tres, como ministro de la Presidencia quiso colaborar con Andrade en beneficio de Lima. Así lo contaba Caretas en 1996. ¿Por qué le dio las espaldas?
Entre 1991 y 1996, Yoshiyama hizo tres grandes contribuciones al Perú. Se pueden contar con los dedos los que han realizado una aportación comparable. La primera fue poner a producir el arsenal de empresas públicas que se habían acumulado desde Velasco. Desmontar el Estado elefantiásico, que no entregaba nada de valor, fue el proyecto estrella de Yoshiyama. Eran más de doscientas en banca, seguros, pesquería, minería, alimentos, etc. que producían un quinto del PBI y empleaban a un par de cientos de miles; la mitad en quiebra técnica. En setiembre de 1991, se promulgó la Ley de Promoción de la Inversión Privada y se creó la COPRI, que puso en marcha un proceso ordenado de privatización apuntalado por acuerdos con el Banco Mundial y el BID. La experiencia ha sido utilizada después como modelo para otros países.
La segunda fue el título 3 de la Constitución de 1993 que rige lo económico. Yoshiyama era el presidente del Congreso que la elaboró y, aunque los redactores fueron Torres y Torres Lara y Chirinos Soto, el autor intelectual del capítulo económico fue Yoshiyama. Recuerdo la conferencia que este organizó en 1993 con el Banco Mundial para que los congresistas pudieran ilustrarse con ponentes de la talla de Alan Walters, el asesor de Margaret Thatcher. El crecimiento del Perú se ha sustentado en dicho marco.
Pero la mayor contribución fue su capacidad para convencer a Fujimori sobre la necesidad de emprender reformas económicas. Fujimori detestaba la presión internacional y no tenía formación en economía; además, desconfiaba de Hurtado Miller y Boloña, lo que dificultó el trabajo de estos; a Camet lo respetaba más, pero quien tenía de verdad capacidad de persuasión en él era Yoshiyama.
Las aportaciones “anónimas” y el “pitufeo” para sortear las leyes electorales son práctica deleznable, pero todos sabemos –jueces y fiscales incluidos– que lo hacen todos los partidos. En cuanto a Odebrecht, los únicos partidos que no recibieron su plata son aquellos a los que Odebrecht no quiso dársela.
Es un principio general del derecho que todos somos iguales ante la ley o, parafraseando a Beto Ortiz, la justicia no puede ser algo relativo, y ante ella, unos no pueden ser más iguales que otros cual Granja Animal Orwelliana. Si van a poner en vigor la ley, aplíquensela a todos y, si no lo hacen, al menos respeten el honor de un peruano tan ilustre.
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