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Que la ley se cumpla, ese es el objetivo
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Por: Marisol Pérez Tello
La corrupción y la impunidad que han venido imperando en el Perú evidencian que el Estado ha usado incorrectamente el poder que la nación le ha otorgado; hacer que la ley se cumpla da vida al Estado de derecho, solo así se puede generar justicia social. La antítesis del orden y la seguridad se expresa en el ojo por ojo, los linchamientos, la ley del más fuerte y del más poderoso.
¿Eso surge en el Perú con la corrupción que muestran los Cuellos Blancos del Puerto? Por supuesto que no; eso solo revela que nuestro sistema de justicia colapsó, lo que reclama de la nación peruana enfrentarla con coherencia, compromiso y unidad nacional. No queremos ver más situaciones en donde a dos mujeres maltratadas, la primera es asistida y la segunda ignorada por ser la esposa del alcalde.
Llegar al Bicentenario con un Estado que funcione, con medidas efectivas para combatir la corrupción, sin blindajes, sin impunidad, con transparencia e integridad, en donde la ley se respete y se aplique a todos por igual es nuestra legítima aspiración.
No será posible alcanzar el sueño de un país civilizado y desarrollado si no concentramos nuestros esfuerzos en la reforma de la justicia, pilar fundamental de un Estado democrático de derecho. El país clama por una justicia que cumpla con aplicar la ley a violadores, terroristas, asesinos, corruptos y narcotraficantes que destruyen nuestro tejido social, normalizando lo incorrecto y generando indiferencia y complacencia. No queremos escuchar más la triste frase “roba pero hace obra”.
Se trata de garantizar el alimento oportuno para miles de niños y niñas, la aplicación de severas sanciones para los femenicidas, para quienes causan la muerte por accidentes de tránsito y para quienes con sus delitos impiden que nuestro país pueda contar con escuelas, hospitales, trabajo, vivienda, entre otros. Al mismo tiempo, el Estado, convertido en un deudor moroso, abusa de su posición al incumplir su responsabilidad con el pago de las deudas agraria, laboral, de pensiones o la devolución de los fondos de vivienda, todo al margen de la ley. No queremos sentir más que en nuestro Estado se devuelve presupuesto y se nos resta la posibilidad de acceder al bienestar.
“¡Menos papel y más justicia!”, parecen gritar aquellos que han esperado años para que se les reconozca un derecho. Ninguna información confiable sobre cuántos jueces, fiscales o defensores hay y cuántos se necesitan en relación con la carga procesal, con la complejidad de los procesos. Ningún cruce que permita asignar recursos con responsabilidad y resultados. Invertir en justicia es garantizar desarrollo. La opacidad del sistema es el manto que la corrupción necesita, busca y crea.
¿Dónde estamos y qué falta?
Hemos dado un paso importante con la Junta Nacional de Justicia (JNJ), donde se ha intentado elegir gente capacitada y honorable. Solo el tiempo demostrará si se hizo bien. Serán los actos de los recién elegidos los que nos permitirán evaluar su conducta y si están a la altura de la responsabilidad.
Debemos rescatar y apoyarnos en los buenos jueces, juezas, fiscales, defensores públicos y funcionarios que saben que la administración de justicia ha sido infiltrada y que quieren limpiarla. Necesitamos fomentar el profesionalismo de magistrados y asegurar la carrera como una oportunidad de servir al país. El Mapa de la Justicia es un imperativo para asegurar el acceso a la justicia. Hay que ir sin miedo, con firmeza, en equipo, para garantizar lograr paz, justicia e instituciones sólidas.
Los políticos no hemos estado a la altura de lo que nuestro país merecía. Mal hacemos en culparnos entre todos o llamarnos apolíticos. La verdadera política dignifica, es servicio y entrega. Lo hemos hecho mal. Toca la tarea de corregir y tenemos la oportunidad y el deber de actuar pensando en los ciudadanos. Si recuperamos el Estado de derecho, el respeto a la ley y la seguridad jurídica, la empresa generará trabajo e inversión sin abusar de su posición; y el Estado generará bienestar y servicios de calidad. Las personas podremos vivir en paz, con justicia y libertad, aspirando legítimamente a tener lo que corresponda a nuestro esfuerzo porque tendríamos las mismas oportunidades. Nos toca hacerlo juntos.
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