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Ronald Coase y la pandemia
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Tuve la suerte de entrevistarlo cuando él tenía 93 años. Sorprendía su brillantez a esa edad. Cuando cumplió 100 años, se celebró una conferencia en su honor. Hizo uso de la palabra. Seguía igual de lúcido. Nos dejó tres años después, a los 103.
Es quizás uno de los economistas más influyentes de la historia. Podía hablar casi de cualquier cosa. A su finísimo humor inglés sumaba una sencillez que sorprende en un genio.
Ronald Coase, autor de un teorema que lleva su nombre, cambió buena parte de la forma de pensar de los economistas. Y también la de los abogados.
La idea central en su pensamiento es la de “costos de transacción”. Solo los genios ven ciertas cosas tan obvias que nadie ve: tener acuerdos tiene un costo.
Si usted quiere comprar un televisor, tiene que pasearse de tienda en tienda para encontrar la mejor opción. Ello cuesta tiempo y dinero.
Si quiere comprar una casa, tiene que estudiar los títulos y contratar un abogado para que redacte el contrato. Y los abogados cobran.
Si quiere un préstamo, tiene que buscar de dónde obtenerlo. Los bancos son, a fin de cuentas, un costo de transacción, pero, a su vez, nos alivian los costos de transacción de ir de puerta en puerta buscando a alguien que tenga excedentes de dinero que quiera prestar. El banco nos cobra intereses por encontrar ese dinero. El interés es menor que el costo de encontrarlo nosotros mismos.
Y si usted se quiere casar, pues tiene que encontrar a su pareja, conocerla (es un “contrato” que se negocia durante varios años) y, si se equivoca, tendrá que asumir los costos de un divorcio.
Los costos de transacción generan menos y peores contratos. Y es casi un axioma: los países que más se desarrollan son los que han logrado reducir los costos de transacción. Tienen leyes claras, jueces confiables, partes sofisticadas, cultura de cumplimiento de la palabra empeñada, etc. Esos son los elementos que bajan los costos de transacción. Son países en los que hay más y mejores contratos. Y, como en los contratos ambas partes tienden a mejorar, la economía en general crece y se dinamiza más.
El PBI es, finalmente, consecuencia del número de contratos que se celebran en un país. Los contratos son células que conforman el cuerpo del mercado. Si esas células se reproducen y son sanas, el mercado genera mayor bienestar. Un país sin contratos no puede crecer.
Muchos culpan al mercado de la pandemia y sus efectos. Pero es precisamente lo contrario. La pandemia genera costos de transacción: cierre de actividades, cumplimiento de protocolos (muchos de ellos absurdos), miedo al contagio, etc. Todo ello hace más costoso y difícil contratar y, con ello, reduce el número de transacciones. El COVID-19 infecta así los contratos y, sin ellos, no hay razón para producir. Así se explica la caída del PBI. Con menos contratos se pierden empleos y negocios.
Coase nos habría dicho que la situación económica actual es por falta de mercado, no por exceso de él. Y que enfrentar esta crisis significa no solo luchar contra la pandemia, sino crear las condiciones para que los costos de transacción se reduzcan: reglas claras, que respeten los contratos y faciliten su cumplimiento, jueces confiables, y generación de confianza. Justo todo lo contrario a lo que Vizcarra y el Congreso están haciendo.
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