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Sandro Venturo: Buenos para ladrar
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Mañana a marcar. Quienes aún no han decidido su voto serán empujados por sus familiares o amigos. En la tarde vendrán los ajustados resultados que anunciarán quién habrá sacado el boleto para competir en la segunda vuelta con Fujimori. Así culminarán unas semanas marcadas por el arrebato y la violencia verbal. No es la primera vez que vivimos esta exacerbación de lo peor de nosotros, ya casi deberíamos estar acostumbrados a estas efímeras polarizaciones.
En esta temporada nos hemos encontrado con todo tipo de mala onda, inclusive en personas que consideramos sensibles e inteligentes. Unos se enfrentan a vagos, otros a manipuladores. Unos ven terroristas, otros brutos y achorados. En una esquina están los envidiosos; en la otra, los arrogantes. El debate y las buenas ideas parece que no existen. Prima la descalificación y el fastidio mutuo. Uno debería esperar que el lunes por la mañana las plazas públicas y digitales de nuestro país amanezcan repletas de muertos y heridos. Felizmente no será así. A pesar de nuestras fantasías más destructivas, la vida seguirá adelante. Aunque es de esperar que el balotaje sea igualmente crudo y salvaje. Pobre país.
Nada de esto es gratuito. Es el resultado natural de un sistema basado en instituciones desprestigiadas, colmado de comportamientos oportunistas e irresponsables que, lejos de atender a los ciudadanos, se aprovecha de ellos. Por eso la gente está harta y castiga las elecciones con displicencia o exaltación. Pero detrás del ruido la demanda es clara: se espera políticos nuevos, se quiere ajustes estatales significativos, se exige ser parte de los beneficios que todos producimos.
Si el fujimorismo ha renacido con fuerza es porque los gobiernos anteriores no hicieron bien su trabajo. No basta con responder que el país ha crecido triplicando su PBI desde el 2000 o que la pobreza ha disminuido significativamente. Las reformas institucionales, las urgentes y estratégicas, siguen pendientes. Si una buena parte del electorado añora el autocratismo del padre de Keiko es porque los políticos que lideraron los Cuatro Suyos no cumplieron con su misión histórica.
Nuestro elenco político es, a fin de cuentas, mediocre. No existen partidos, sino voluntarismos o caudillismos políticos; no contamos con propuestas programáticas fuertes, sino con retóricas que atacan y defienden un "modelo" que ya pocos soportan. Si mañana Keiko alcanza más del 40% de votos válidos habrá que reconocer que el fujimorismo está cosechando un trabajo político y organizacional que ninguna de las fuerzas democráticas ha realizado suficientemente. ¿Qué representan, si no, las precarias emergencias de Kuczynski, Acuña, Guzmán, Barnechea y Mendoza? ¿Así queremos superar el legado de populismo y corrupción del fujimorismo, gritando?
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