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Sandro Venturo: Feliz día, atletas
“Ser padre es una oportunidad para intentar ser una mejor persona, un buen ciudadano. Es una oportunidad para redimirnos aprovechando la mirada atenta de nuestros hijos”.
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Nadie está preparado para ser padre. Es mentira que el instinto aflora. No brota nada sino el desconcierto cuando estás frente a esos delicados tres kilos de humanidad. Como alguien me sopló que la cosa era maratónica, me entrené las semanas previas al primer parto. Chanconazo. Aprendí a bañar bebés con muñecas, por eso pude meter a la tina a mis crías desde el primer día, no sin tropiezos, ciertamente. Aprendí a cortar uñitas, a limpiar orejas, a echar bloqueador parejo. Aprendí a calcular la medida adecuada del jarabe según el peso de los niños. A preparar biberones cargados de harina de arroz para que mis wawas se rindieran ante el ángel del sueño.
Cuando ya dominaba la técnica para sacarles el chanchito, la criatura evolucionaba y la respectiva técnica se volvía anacrónica. Para ser padre hay que saber fluir, hay que adaptarse a toda circunstancia. A veces era divertido: cambiaba pañales donde sea, rápido, limpio y (casi siempre) seguro. No importaba si estaba en un parque, un avión o en los servicios de un centro comercial. Era bien pilas, hasta que un día tuve que cobrar por afanoso.
La espalda la tenía quebrada. El ánimo enflaquecido. Perdía la paciencia siempre. Solo sonreía para las fotos familiares. Ser padre es bonito y también es duro. Y puede ser horrible. Cuántas veces no me habré arrepentido. De hecho, cuando nació mi segundo hijo, entré en crisis. Es que para ser papá hay que tener físico. No se puede acompañarlos si uno está rendido. No se puede enseñar con el ejemplo, definir límites, mantener las reglas, apapacharlos, modelar la disciplina, favorecer la creatividad, confiar en las consecuencias de la libertad, si estás cansado. Cambiar pañales y llevarlos al colegio de madrugada es fácil, formarlos es realmente jodido.
Entonces, para hacer las cosas bien regresé al deporte. Para ser papá en estas épocas hay que estar entero. No perfecto, entero. Se enseña con el ejemplo, obvio, pero qué difícil, por ejemplo, sostener las promesas o ser por fin puntual o respetar las señales de tránsito en Lima ante su mirada de esponjas infalibles. Qué tranca decir las cosas sin rodeos y hacer las tareas con tiempo. ¡Qué epopeya! Asumí, pues, que mis hijos y yo teníamos que aprender juntos. Y en eso estamos todavía.
Ser padre es una oportunidad para intentar ser una mejor persona, un buen ciudadano. Es una oportunidad para redimirnos aprovechando la mirada atenta de nuestros hijos. Felizmente uno hace cualquier cosa por ellos: eso que no has hecho antes por nadie. Porque ese amor es una fuerza que te saca todo, lo bueno, lo malo y lo nuevo. Fuerza en el amor. Fuerza en la vulnerabilidad. Feliz día, atletas.
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