Sandro Venturo: La resaca de estas (y todas) las Fiestas Patrias

Sociólogo y comunicador

Las Fiestas Patrias son una inmejorable oportunidad para explorar cómo somos los peruanos. Estos días levantan un inmenso espejo que enmarcamos con flores y al que le sacamos tanto brillo que termina ocultando nuestras facciones más importantes.

Una de las ideas que más celebramos es nuestra diversidad. Somos un país de múltiples regiones culturales, heterogéneo y efervescente. Un territorio rico en geografías que nos distingue en el planeta gracias a la biodiversidad que ofrece. Una sociedad que es parte de las civilizaciones más relevantes, portadora de una historia profusa y compleja. Una población en tránsito donde, a diferencia del resto de la región, contamos con una importante proporción de ciudadanos orientados al logro: 36% en Perú versus el 13% del promedio latinoamericano (GFK, estudio mundial, 2013).

Bueno de eso hablamos cuando estamos patriotas y no hay fracaso deportivo ni decepción política que nos apague. Pero también tenemos otra imagen de nosotros que brota recurrentemente y explotamos el resto del año: el retrato de un país fragmentado y jerárquico, con un fuerte tinte discriminador. Una sociedad de vecinos desconfiados, incapaces de administrar sus discrepancias para avanzar, negados para construir una memoria que nos saque del círculo vicioso de todas las violencias que vivimos.

Y estamos tan molestos con nosotros mismos que la escena de unos ministros que no pueden moderarse ante el entusiasmo ciudadano y sacan sus teléfonos para retratarse con el pueblo, nos irrita, nos resulta imperdonable, nos recuerda que contamos con liderazgos políticos disminuidos, nos enrostra la autosuficiencia de una clase política que no atiende las señales de una colectividad que no está satisfecha con todo lo avanzado.

Son dos imágenes disociadas. Una euforia patriótica desconectada del malestar cotidiano. Un recelo permanente incapaz de aprovechar esa diversidad cultural y esa potencialidad económica. ¿Qué nos falta? Evoco el mensaje de los grandes maestros: sigue pendiente constituir una sociedad de ciudadanos verdadera, de personas iguales en deberes y derechos. Sin ese espíritu republicano compartido será imposible enfrentar esas dificultades internas y externas. Sin esa imprescindible familiaridad cívica será difícil comprender que nuestra diversidad es al mismo tiempo una fortaleza (pluralidad) y una debilidad (fragmentación).

Cuando las celebraciones patrias sean el combustible que recargamos periódicamente para ir por más, en vez de este corto descanso dentro de una vida penosa, acaso estaremos más cerca del país que todos deseamos.